PARTE II: LA VOZ QUE TRAJO LAS RESPUESTAS:

SAMAEL AUN WEOR Y SUS ENSEÑANZAS


Así las cosas, no queda tiempo ni lugar para nadie. Ni siquiera un Gandhi o un Zapata podrían ya hacer nada. Porque estamos dormidos… o tal vez muertos. Jamás se vio una sociedad tan caída ni tan mansa.


Nos han programado para la mansedumbre; para la obediencia al Gran Hermano que todo lo ve por Internet; para comprar lo que debemos comprar y consumir los alimentos que debemos consumir.

Sin plantearnos dudas; sin cuestionarnos nada.


Todo es azar, evolución, mecanicidad… muerte.


Tanto es así que un gran Revolucionario apareció durante el siglo XX, pero nadie lo quiso escuchar.

Un auténtico hombre capaz de poner las cosas en su sitio.


Un hombre cuya Iluminación trajo a este mundo oscuro un gran rayo de luz que nos permite comprender todo lo anteriormente explicado.


Un alma capaz de sufrir el escarnio de los pseudocientíficos de su época, de los pseudofilósofos, de los médicos adoctrinados en las universidades; para aportar respuestas válidas, profundamente iluminadas, trascendentales, científicas, místicas e históricas.


El V.M. Samael Aun Weor fue el claro ejemplo de lo que aquí hemos contado. Su mente prodigiosa escrutó las verdades ocultas en la sabiduría que late en cada átomo, molécula, célula, en cada planta, en cada animal, etc.; y trajo a aquellos que todavía tenían ansias del Ser, respuestas válidas y reales.

Y fue necesaria la llegada de este Gran Avatara para recordarnos algo tan sencillo como que «somos lo que somos».


¿Por qué, si todos tenemos dos ojos, dos riñones, una columna vertebral…, somos sin embargo tan distintos? ¿Por qué somos tan diferentes en nuestras reacciones? ¿Por qué unos somos «bravucones» mientras a otros nos pueden los miedos? ¿Por qué unos somos orgullosos mientras que otros nos «apocamos»? Sencillamente porque somos lo que somos.


Esta sencilla máxima ha sido conocida por todas las antiguas tradiciones y por todos los sabios de la historia. «Homo nosce te ipsum», decían los griegos. La misma verdad defendieron Galileo, Newton, Buddha y todos los grandes hombres y mujeres de la historia.


Pero en estos días tuvo que venir el V.M. Samael para llamarnos al despertar de este letargo que llamamos «vida moderna»; para hacernos comprender que esta vida de cada uno de nosotros responde a una esencialidad que está dentro de cada uno de nosotros.


Tuvo que venir a recordarnos que la verdadera sabiduría se expresa al estremecernos frente a una hermosa melodía, al ver un pajarillo cantando en una rama de un árbol, cuando un hombre y una mujer toman su mano en un paseo vespertino de otoño, en la pureza que se percibe en un niño recién nacido…


En libros como La Magia de las Runas, Tarot y Kábala, El Collar del Buddha y tantos otros, el Maestro Samael nos explicó con todo lujo de detalles por qué “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.


Él nos explicó de un modo sintético y directo cómo el Verbo (la vibración) sustenta todo lo existente. El espacio original no fecundado que las tradiciones hindúes conocen como Prakriti o Mulaprakriti es el Gran Vientre Cósmico, donde late la materia aún no creada al no haber sido todavía fecundada por el poder masculino. En ese espacio que alberga la potencialidad del todo, el Ejército de la Voz, los Elohim o Cosmocratores, crean con su Verbo (vibración) el principio de la existencia, partiendo de ese lugar más allá de la Creación que los hebreos denominan Espacio Abstracto Absoluto.


Así, al aparecer el primer estado de la materia o vibraciones más elevadas, más sutiles, se van creando los Cosmos, distintas dimensiones o estados de la materia en esta realidad en que vivimos, distintos “estados de las cosas” que van apareciendo.


Y esas dimensiones alcanzan a ser 13, como 13 fueron los Aeones de los que hablaron los primeros seguidores del Cristo Jesús.


Es muy curioso, demasiada coincidencia, que la Teoría de Supercuerdas (avance de la ya comentada Teoría de Cuerdas) hable precisamente de ¡¡12 dimensiones necesarias para explicar el universo!! Es obvio que la dimensión decimotercera, conocida kabalísticamente como AIN, sería la «no existencia absoluta», el Ser contenido más allá de su manifestación, dimensión o «estado de las cosas» ausente de su misma expresión, quedando, tal vez por eso, un paso más allá de las puras matemáticas.

O quién sabe si algún día la ciencia encontrará ese decimotercer paso hacia el origen, hacia la perfección… hacia eso que llamamos «Cielo».


Fue el Venerable Maestro Samael quien nos explicó, por pura intuición y siempre en una pedagogía llena de su característico «sintetismo conceptual» omnipresente en sus libros, que es cierto solo a medias lo que dicen los científicos sobre que nada puede superar la velocidad de la luz en nuestra realidad física. Es cierto que nada puede superar esa velocidad dentro de nuestra dimensión física, pero sí puede ser superada, entrando entonces en otra dimensión, una dimensión energética, más sutil; una dimensión real y, sobre todo ¡visitable y experimentable!; el mismo Mundo Astral o dimensión Tiempo; ese lugar donde el ayer y el mañana se hermanan en un eterno «ahora»; ese lugar al que pertenece nuestra psiquis, nuestra alma, eso que «somos» más allá del cuerpo.


Y nos explicó que esa Alma o psiquis o energía que puebla en interior de nuestro cuerpo utilizándolo como vehículo de expresión de eso que «somos», se expresa en nuestro cuerpo en una realidad triple: Ego, Esencia y Personalidad.


Y nos explicó que ese Ego es todo lo que me hacer ser “Yo” y, por lo tanto, me aleja de mi origen, que está más allá de la individualidad, pues mi Esencia u origen divino me une a los demás en la más pura y sencilla expresión del amor que no es más que sentir que “tú eres yo”, que “yo soy tú”, y que “yo” y “tú” nos encontramos en el amor, origen divino de nuestra propia Creación.


Entendemos ahora por qué las Sagradas Escrituras dicen que nada puede entrar en el Cielo que no haya salido del Cielo. Nuestras creaciones humanas egoicas (Yoes) son defectos que nos identifican como individuos y nos llenan de egoísmo (ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula y toda la «legión» de defectos que pueblan nuestro microcosmos humano impuro, caído, alejado de lo divino). Es necesario purificarnos para reunirnos con nuestro origen divino y perfecto, nuestra Esencia, nuestra Conciencia; es necesario pasar por la decapitación budista (muerte en nosotros mismos de todas nuestras características psicológicas egoicas) para «religarnos» (religión) o reunirnos con nuestro Ser.


Y nos expresó ¡por fin de un modo claro, conciso y develado!, como nunca NINGÚN MAESTRO ANTERIOR HABÍA HECHO, cómo el Dios Uno original se expresa en cada uno de nosotros como rayos que emanan de un mismo sol formando nuestro Ser, es decir, formando lo que es su expresión en cada uno de nos.


Una vez expresado el Ser en esa realidad plural y dual (dualismo al que los mayas denominaron Omeyocan o primera creación en que aparece la dualidad), una vez cada uno de sus Rayos o Mónadas divinas aparecen en el albor de esa Creación, se proyectan en cada una de esas dimensiones o estados de las cosas, que van apareciendo como densificación de la energía, dicho de otro modo, vibraciones cada vez más densas, más graves, hasta aparecer en esa dimensión tridimensional física del mundo mayávico de la materia al que los hebreos conocieron como Malkuth.


¿Qué es entonces el mundo en que vivimos, vale decir «Malkuth»? Es un escalón en esa bajada de la materia desde sus estados más sutiles (energéticos). Por eso, más allá de la velocidad de la luz entramos en el siguiente escalón, dimensión o «estado de las cosas», al que los hebreos denominan Jesod o Mundo Etérico, energía que, como hemos visto, sustenta la materia, y que, por lo tanto, está pegada a la misma, pudiéndose decir que cada átomo físico es solo la expresión de las características que le otorga esa energía vital que lo sustenta; y en un siguiente paso encontraríamos Hod, el Mundo Astral o la dimensión Tiempo.


Esa es la Escalera de Jacob, los 13 peldaños o dimensiones por las que los Ángeles (individuos que han conquistado esos estados dentro de ellos, condición que les permite acceder a esas dimensiones superiores de un modo consciente) ascienden o descienden de esos Mundos Superiores, Esferas o Cielos.


Esa realidad holística que defiende la presencia de muchas dimensiones dentro de las tres dimensiones euclidianas básicas,  es bueno recordar que le valió a David Bohm el merecimiento de un Premio Nobel en Física. Así pues, no es algo tan filosófico, sino que es ciencia pura.


Sin embargo, nosotros, pobres animales intelectuales, nos absorbemos en las tres dimensiones básicas a las que accedemos a través nuestros cinco sentidos externos, cayendo en esta ilusión en que vivimos, la trampa divina que los dioses crean para sus almas inocentes. No es que quieran castigarlas para que estas sufran una realidad ilusoria de la que los hindúes dijeron que era tan solo «el sueño de Brama», sino que precisamente esa es la ¡oportunidad para esas almas o Mónadas de alcanzar la madurez, la Maestría, la Autorrealización Íntima del Ser!


Y esa dimensión tiempo, por fin el Maestro Samael nos la explica como algo ¡autoexperimentable! y ¡autodemostrable!; lugar que existe aquí y ahora, dentro de cada uno de nosotros, dentro de cada objeto; y más allá el Avatara nos da ¡por fin! prácticas concretas que nos llevan a todos a autodemostrarnos la realidad de sus postulados por propia experiencia.


¿Quién había hablado antes tan claro? ¿Quién antes había logrado hermanar la ciencia con la mística? ¿Quién había explicado con tamaña claridad la Kábala hebrea? ¿Quién había HERMANADO las distintas culturas o sabidurías, las distintas expresiones de la Verdad Única, a lo largo de la historia, ya sea en el propio Judaísmo, o en el Cristianismo, Hinduismo, mundo Musulmán, Maya, Azteca, Indios americanos, etc., etc., etc.? NADIE LO HIZO JAMÁS, porque pocos alcanzaron su nivel de conexión con el Eterno, y los que lo hicieron hablaron en clave, herméticamente, dejando apartadas de la Sabiduría Hermética a las almas que no merecieron acceder a ella, como quedó escrito en la Biblia: “No deis margaritas a los cerdos…” (Mateo 7: 6).


Y de la mano del Bendito Patriarca Gnóstico entendimos las palabras de Jesús cuando dijo “El que quiera venir en pos de mí niéguese a sí mismo…”. Esa frase describe claramente la renuncia al “sí mismo”, al “Yo”, a todo lo que me hace “Yo” y me aleja de la unidad con Dios, con el todo, con el origen de la existencia y el fin de la misma. Todo sale del Uno y todo ha de volver al Uno. Nada entrará en el Cielo que no salga del Cielo.


De esta manera entendemos por fin qué es la vida: la vida es la oportunidad de encontrarnos a nosotros mismos («homo nosce te ipsum»), de conocer lo que somos, de desplegar la película de lo que somos, la película de nuestra vida, secuencia compleja de escenas en las que aparecemos tal y como somos encontrando así la oportunidad de limpiarnos, de lavar nuestros defectos, pecados, culpas, Yoes. Y esos defectos han quedado escritos en la historia en todas las tradiciones y expresiones de la sabiduría como Agregados Psicológicos en el Tíbet (porque son cosas que hemos agregado a nuestra perfección original, dando lugar a la Caída Angélica de las Escrituras), Demonios Rojos de Seth en el Egipto antiguo, Surianos en el mundo azteca, Traidores de Hiram Abiff de los masones, y todo tipo de monstruosidades a las que se enfrentaban los héroes como Ulises, Perseo, Gilgamesh, etc., en las distintas culturas antiguas.


Eran, pues, estos héroes individuos capaces de librar la gran batalla de la vida, la gran lucha contra sus propios defectos, guerra que todos estamos llamados a librar; para eso tenemos esta existencia, para superarnos, para reescribir el guión de nosotros mismos, para eliminar actores en esa gran tragicomedia que es nuestra vida, actores que habitan nuestras entrañas psicológicas energéticamente.


Y ¿dónde se libra esa batalla? Esa batalla se libra donde siempre se ha librado: ¡aquí y ahora!

“Beati cuorum via integra est” reza una preciosa canción antigua. El camino que reúne a los buenos sigue íntegro. La existencia, la vida siempre tuvo el mismo significado, y el camino hacia la santificación (perfeccionamiento de cada uno de nos) sigue íntegro aquí y ahora para aquellos de nosotros que nos decidamos a abrir los ojos a lo Real, desconectarnos de la fantasía global, de la programación de nuestras mentes en el consumismo, en el hedonismo, en la búsqueda de placeres que nunca quedarán satisfechos; escala de deseos que siempre pedirán más y más sin encontrar en su saciedad más que un aumento del deseo y una búsqueda de placeres nuevos y más intensos, escalada macabra que nos hunde en el lodo de la tierra.


Elimina el deseo y serás libre es uno de los mensajes que nos dejó el Maestro Buddha.


¿Quién ha creído alguna vez tener suficiente dinero? ¿Alguien alguna vez ha considerado que ya había satisfecho su codicia? ¿Y su lujuria? ¿Algún perezoso alguna vez ha saciado su pereza o esta ha crecido más y más conforme hemos dejado que viva nuestra vida sin decidirnos a controlarla?

Fue el Maestro Samael quien nos hizo por fin entender que somos muchos dentro de cada uno de nosotros. Por eso cambiamos de intereses de momento en momento. Hora nos apetece comer, hora queremos adelgazar, en otro momento nos volvemos deportistas pero se nos pasa la fiebre del deporte y decidimos aficionarnos al cine, o nos compramos una cámara de fotos y hacemos miles de instantáneas que nunca tendremos tiempo de ver, o filmamos vídeos inacabables de nuestra vida que no tendremos ocasión de visionar. Coleccionismo absurdo de momentos que nos duerme apartándonos del aquí y del ahora hasta el punto de visitar lugares solo para hacer fotos, pero sin recordar más tarde nada de aquella experiencia, pues estuvimos tan absortos en buscar la imagen perfecta que no fuimos capaces de vivir el momento.


Así el Venerable nos explicó a qué se referían los antiguos grabados alquimistas en los que aparecen Ángeles tocando trompetas descendiendo por aquella Escalera de Jacob ya mencionada, para despertar a aquellos individuos que, tumbados en la tierra, dormían; esos somos cada uno de nosotros, individuos que duermen sin darse cuenta de que duermen; esa es la desgracia de la humanidad, esa es la otra gran ironía de la existencia humanoide: desconocer lo que desconocemos.


Por eso dice el Maestro Samael que el primer gran triunfo que podemos alcanzar es siquiera darnos cuenta de que dormimos. Igual que el loco que reconoce que está loco se encuentra en el camino de su curación, cada uno de nos empezará a curar su psiquis el día en que descubra que está dormido, hipnotizado, en shock.


Pasamos nuestras vidas en esa carrera de ratas, mimetizándonos con nuestro entorno, imitando entrópicamente comportamientos involutivos como las modas mencionadas en las primeras líneas de este mensaje. Cualquiera pensaría que agujerearnos las cejas o la lengua para ponernos un hierro es un absurdo que nadie cometería, pero si a eso lo llamamos «piercing» entonces se convierte en moda. Cualquiera entendería que tumbarse en cualquier sitio raro, ya sea lo alto de una excavadora o colgando de un puente es una estupidez; pero si a eso lo llamamos «planking» entonces se convierte en moda y miles de máquinas con sus mentes programadas para repetir mecánicamente lo que ven en los medios se lanzan a la competencia por encontrar el lugar más bizarro posible.


Esa es la máquina humana. Y los hilos que nos mueven son las reacciones automáticas de la programación de nuestras psiquis. Y eso es exactamente el Ego, el programa que cargamos en nuestra mente y que vive nuestra vida dejándonos la ilusión de que somos libres, cuando solo somos un cúmulo de resortes egoicos que reaccionan a los impulsos (impresiones) de nuestro entorno.


Estúpidamente reaccionamos con nuestro amor propio al insultador, sin darnos cuenta de que esa reacción nos hace esclavos de aquel pobre hombre que tiene la desgracia de odiarnos.


Absurdamente nos enamoramos de aquel individuo con 30 kilos de músculos, o de aquella dama escuálida que prolonga su escote y reduce su falda, sin darnos cuenta de que esa reacción lujuriosa se aburrirá más adelante, dejándonos el desamor; aparecerán entonces los eternos: «lo nuestro ya no es lo que era», «¿dónde quedó nuestro amor?», «no queda la chispa del principio»…, etc., etc., etc.; sempiterno guión de película holliwoodiense que nos hace creer que el amor es lo que no es, un apasionamiento, una reacción automática de nuestro centro sexual...


Y tuvo que venir un alma grande, un Gran Sabio desde los Mundos Superiores para poner los puntos sobre las íes en todo esto y en mucho más.


En estos días todavía los científicos cierran los ojos a hechos concretos que no quieren ver porque no son capaces de explicar.


Cuestiones como la construcción de las Pirámides. Recordemos que la Gran Pirámide de Guiza, para ser construida, si desde el día en que el Faraón Keops decidió construirla hubieran empezado a poner piedras, habrían tenido que poner más de 200 grandes losas diarias de una media de 2,5 toneladas, y elevándolas en su punto más alto hasta casi 150 metros de altura. Eso sin tener en cuenta que primero había que encontrar las canteras, luego cortar las piedras, luego transportarlas por el Nilo y luego por tierra hasta emplazarlas de tal manera que su orientación fuera tan exacta que superara la capacidad de construcción de nuestros días. Este hecho queda demostrado en el templo de Abú Simbel, que debió de ser transportado por modernas maquinarias para salvarlo de quedar bajo las aguas de la presa de Asuan, pero que al situarlo en su nuevo emplazamiento, ni los modernos GPS ni las mediciones láser más exactas permitieron que el primer rayo de sol iluminara en los equinoccios las caras de Amón-Ra y Ramsés, como ocurría en su antiguo emplazamiento realizado por los antiguos egipcios.

¿Cómo pudieron realizar semejante prodigio? ¿Con rampas de arena? ¡Imposible!

Igualmente cierran los modernos científicos los ojos a datos estadísticos como los ya comentados sobre la aparición fortuita de la vida e incluso del propio universo, que dejan las explicaciones oficiales a la altura de lo imposible.


O los cierran a los esqueletos enormes que científicos valientes como Douglas G. Richards presentan en sus conferencias en una llamada a la comunidad científica internacional a la honestidad científica. O los cierran igualmente a las calaveras de cristal de roca encontradas en Sudamérica que ni con tecnología láser se podrían hacer tan perfectas; o a los restos arqueológicos encontrados en Málaga que indican que hace ¡40.000 años! hubo una sociedad humana desarrollada; y a tantos y tantos hechos CIENTÍFICOS que no quieren ver porque no solo no pueden explicarlos, sino que dejan al descubierto la vacuidad de sus teorías.


Recientemente mi persona, viendo la televisión, tuvo la oportunidad de escuchar en un reportaje sobre las tribus de la Amazonía brasileña a una mujer humilde de una de tantas tribus que cantaba una canción, poema ancestral que perdura en la memoria de aquellas gentes sencillas. Sorprendentemente la letra, traducida en subtítulos, relataba cómo unas tierras antiquísimas quedaron hundidas bajo el mar tras grandes desastres naturales.


En una palabra, aquellas gentes recordaban el mismo relato bíblico que habla del Gran Diluvio Universal, lo mismo que los manuscritos de Le Plongeon, lo mismo que Platon en su Timeo, lo mismo que antiquísimos escritos tibetanos y chinos, y lo mismo que el número 239 de la revista Nature explicaba; que cada 25.000 años la Tierra gira produciendo grandes desastres y una renovación en su superficie, y que hace unos 25.000 años un gran continente llamado Atlántida se hundió dando nombre al océano que hoy separa Europa de América: el océano Atlántico.


Fue el Maestro Samael Aun Weor quien, por fin, explicó por qué España tiene más restos arqueológicos que el resto de Europa. El motivo es sencillo: no es cierto que el continente europeo se poblara de Homo Sapiens Sapiens por una comunidad de estos supuestos antecesores nuestros que entró en Europa por el estrecho de Bering. Todo lo contrario. España ya existía cuando los antiguos atlantes se paseaban por la corteza de nuestra Tierra, por eso aquí hay restos más antiguos.

Además, así se explica cómo antiquísimas pinturas rupestres son muchísimo más perfectas y sofisticadas que otras más recientes, pues no venimos de la evolución de aquellos «homínidos» sino que ellos son restos involutivos de aquella raza de gigantes; involución que se plasma en la degradación de las pinturas que dejaron en las cavernas donde se alojaban.


Y, dando un paso adelante, cómo no mencionar las profecías que el V.M. Samael Aun Weor nos legó, pese a ser víctima del escarnio y la ridiculización durante sus días. En cambio hoy, al repetir sus palabras, ya son hechos que vivimos día a día.


Cuando a mediados del siglo XX el Venerable nos habló de sequías, cambio climático, lluvias torrenciales, terremotos, volcanes, etc., que irían haciéndose más y más manifiestos; sus coetáneos a menudo hicieron oídos sordos y ningunearon sus palabras.


Hoy todo esto llena los noticiarios ya en televisión, periódicos, revistas y cualquiera que sea el medio de comunicación; y hasta la OMS ha tenido que crear un departamento para encargarse del susodicho cambio climático.


Las naciones buscan consensos que nunca llegan para, en un intento desesperado, buscar prácticas y medios de producción y de generación de energía que no destruyan el medio ambiente, el mismo que nos dio a luz como Especie Humana.


Pero tal es la degradación de nuestra sociedad que a tan lógico y urgente esfuerzo por respetar a nuestra Madre Naturaleza, se imponen intereses de las grandes corporaciones, haciendo imposible el entendimiento y condenándonos a todos a sufrir la polución, la desaparición de las especies… Hoy los vegetales que llenan nuestras mesas están llenos de nitritos y nitratos, sustancias, además de cancerígenas, que afectan gravemente por ejemplo a nuestra capacidad reproductiva. Los pescados llevan metales pesados como consecuencia de los inmorales vertidos tóxicos que realizamos sobre nuestros mares. Nuestros animales son alimentados con piensos antinaturales que los llegan a volverse literalmente «locos», y se les da antibióticos indiscriminadamente para optimizar la «productividad», antibióticos que habitualmente llegan a nosotros en la carne y la leche que consumimos.


Así nos encontramos con casos de cáncer que se multiplican de día en día a nuestro alrededor, y con una bajada en la fertilidad de los hombres y mujeres.


En su libro Ética y Sociología Gnóstica el Venerable nos anticipó todas estas cuestiones y propuso una sociedad más digna, basada en el individuo, en el respeto al medio ambiente, en la solidaridad…

Naturalmente todo ello construido sobre una Educación Fundamental completamente renovada, una sociedad basada en sus personas, pues cada persona es una parte inseparable del todo, y no puede haber un cambio social si no está basado en un cambio en el individuo.


Hoy en día los medios intentar cautivar la atención de las gentes en sus ofertas multicolores de planos rápidos y sonidos estridentes. Antes las niñas querían ser enfermeras, ahora modelos. Ya las gentes no quieren ser guapas, quieren ser «sexys». Movimiento degenerativo de los individuos, camino inapelable que recorremos absortos en un río social que nos arrastra hacia la nada.


Los padres queremos que nuestros hijos sean los más guapos, los más listos, que tengan el mejor coche y sean el presidente de la corporación, etc., etc., etc. «¡Naturalmente!», diría cualquier padre. Pero ahora seamos sinceros: ¿nos hemos parado a pensar siquiera un momento si son esos presidentes de las grandes corporaciones las personas más felices del mundo? ¿Hemos pensado siquiera si son felices? ¡En absoluto! ¿Entonces por qué eso es lo que queremos para nuestros hijos? Sencillamente para satisfacernos a nosotros mismos, para satisfacer nuestro orgullo, nuestro propio Ego, o para que ellos llenen los traumas de lo que nosotros quisimos ser y nunca fuimos.

Eso sí, egoísmo siempre perfectamente camuflado detrás de “yo lo que quiero es lo mejor para ti”… y otras hierbas.


Contra tanto engaño intentó luchar el Avatara. Su trompeta sonó como un clamor por el Despertar de la Conciencia. Intentó que los árboles (la sociedad) no nos impidieran ver el bosque (el sentido esencial de nuestra vida) por más tiempo.


Y clamó, clamó como ningún otro hombre ha clamado nunca hacia la Gran Revolución, la Revolución Interior, en libros como Psicología Revolucionaria o La Gran Rebelión. En ellos se llama a la cordura, a conectarnos con la realidad, a huir de la enfermedad de la Fantasía, secuencia de escenas falsas inventadas por nuestra psiquis que se desconecta de lo Real y nos lleva a vivir lo que no existe por la pura satisfacción mental de nuestros apetitos egoicos; para conectarnos con la realidad, con el aquí y el ahora.


Hoy, en los días de Internet, de los grandes medios de comunicación, de los emails, chats, foros, etc., estamos más desconectados que nunca de la verdad: nuestra vida que transcurre en este momento único en la historia y que nunca se repetirá.


Por eso, frente al frío lunar, la noche fría interior a la que nos lleva la identificación con lo exterior, nos invita a volver al hogar, a reencontrarnos con nosotros mismos, a fabricar la Luna Psicológica, estado en que nunca olvidamos qué somos, dónde estamos, por qué estamos aquí, cuál es el motivo de nuestra vida en este momento, quién nos rodea, etc. Conquistada la Luna Psicológica, estaremos despiertos en este mundo, pero cuando nuestra psiquis se desdoble y abandone el cuerpo, ya sea durante el sueño o tras la muerte física, seguiremos conscientes y dueños de sí mismos y conquistaremos esas Dimensiones Superiores.


Con una Doctrina tan concreta, tan práctica; con esa capacidad de explicar TODO y que todo tenga sentido; con su capacidad PRODIGIOSA e IRREPETIBLE de recomponer el puzzle de la existencia, el Maestro Samael Aun Weor dejó clara y bien marcada la diferencia entre él y otros Maestros que se quedaron mucho más atrás; y aún marcó más la separación con aquellos impostores que pretendieron erigirse como legítimos avataras sin nunca jamás dejar una doctrina que permitiera a sus seguidores comprender sus vidas ni encontrar respuestas válidas a los enigmas de la existencia.


Ahí radica la GRANDEZA del más exaltado sabio del siglo XX y del único individuo que ha tenido permiso para desvelar la Gran Verdad, el Gran Arcano, el «Secreto Secretorum» de los Misterios Eternos.


Qin Shihuang, el gran emperador chino cuya tumba se encontró protegida por 7.000 guerreros de piedra, todos distintos, conocidos como “Guerreros de Terracota”, hizo que en las estancias que acogerían su sarcófago se plasmaran las estrellas del cielo con perlas preciosas incrustadas en el techo, e hizo que el suelo fuera surcado por ríos de mercurio.


Más allá, la momia de una princesa china fue encontrada enterrada al más puro estilo de los faraones de Egipto. Su carne, tras miles de años, seguía sin descomponerse, y dicha momia se encontraba en el interior de cuatro sarcófagos (símbolo de la purificación de los Cuatro Cuerpos de Pecado); unos contenían sedas, otros tesoros, pero en el último se hallaba el cuerpo incorruptible bañado en sulfuro de mercurio.


Ahí está el origen de la eterna Alquimia, la sabia combinación del Azufre y del Mercurio de la que hablaron los antiguos árabes que trajeron tan trascendente sabiduría a Europa a través de España, cuando en esta florecieron Maestros hebreos, cristianos y musulmanes dando lugar a una época de gran esplendor para la humanidad.


Jamás nadie, salvo el V.M. Samael Aun Weor, supo o tuvo permiso para revelar este gran secreto.


Solo él nos explicó que esos elementos están dentro de nuestra propia anatomía. Las aguas sexuales (Mercurio) y la misma fuerza sexual (Azufre) han de saberse combinar sabiamente en la tierra filosofal (nosotros mismos) para crear en nosotros todo lo que nos falta a nivel anímico y hasta físico.


Todas estas grandes verdades, como otras muchas expresadas en libros como Tarot y Kábala, Magia Crística Azteca, Curso Zodiacal, Tratado Esotérico de Teúrgia, y hasta unas 70 obras, hablan por él y lo definen sin lugar a dudas como el Avatara de Acuario, el único y legítimo Enviado por Ishwara para salvar de entre esta humanidad a las almas que aún estén dispuestas a comprender que las respuestas solo las encuentra quien se hace las preguntas. Hoy en día, desgraciadamente, los menos.


No tendremos perdón los buscadores de hoy si damos la espalda a las evidencias. Más aún cuando, tras el advenimiento del Cristo Samael, tenemos la fortuna de contar con el Maestro Kwen Khan, su discípulo fiel que nos ha transmitido todas las grandes verdades de la Gnosis ya explicadas y claras para que todos nosotros comprendamos el Mensaje y sepamos, además, cómo aplicarlo a nuestra realidad diaria.


Gracias al Maestro Kwen Khan, hemos recibido la Doctrina limpia y sin censuras ni añadidos. Su esfuerzo por respetar al Maestro Samael como único legítimo Patriarca del Movimiento Gnóstico Internacional dejan bien clara su honestidad y respeto hacia el legado impagable que hoy tenemos y que nunca la humanidad pudo disfrutar, y que es la Gnosis.


A través de libros como Samael Aun Weor, el Hombre Absoluto, el Maestro Kwen Khan nos acerca a la figura del Avatara de Acuario para que podamos conocerlo en sus detalles más cercanos y podamos comprender a esta gran figura que las estrellas nos entregaron en el siglo XX.


En libros como Las Respuestas que dio un Lama, el Maestro Kwen Khan nos acerca la Gnosis de un modo dialéctico y tremendamente didáctico. Sin duda una de sus grandes obras es El Egipto Gnóstico, donde se entra a fondo en el estudio de la expresión de la eterna Gnosis en aquellos hombres y mujeres de ese país africano.


Y, por poner otro ejemplo de la capacidad, de la fidelidad y de la sabiduría de este Gran Maestro de cuya luz y guía la humanidad aún en este final del Kali-Yuga puede disfrutar, el Maestro Kwen Khan, queda el legado inapreciable del libro El Hombre, las Leyes y el Absoluto, obra que solo un auténtico Maestro Iluminado podría haber realizado, recopilando y explicando de un modo inaudito de entre las miles de cuartillas escritas por el Avatara de Acuario, el Venerable Maestro Samael Aun Weor, esas 48 Leyes o barreras que todos debemos superar para alcanzar un día la Luz, la Plenitud, el Pleroma, la Liberación absoluta, diríamos ¡el Cielo!


No es baladí ni son palabras menores lo que estamos diciendo. Pero tú que lees estas líneas, no te quedes en aceptarlas o rechazarlas. Bucea, busca, experimenta. Que la vida sea tu instrumento, la herramienta que te descubra con paciencia infinita y tesón inquebrantable la verdad que queda escrita para las Razas que nos sucedan en estos libros sagrados y muchos otros.


Que nadie te diga lo que es verdad o mentira. ¡Hazlo tú realidad! ¡Para eso estás aquí, querido compañero! Que tu vida sea el sendero que te lleve hasta la experimentación y cristalización de las grandes verdades eternas en tu propia Tierra Filosofal.


Dijo Mahoma que aquel que no aplica su Metafísica en su vida es un asno cargado de libros.

Descubre las prácticas que te llevarán a las respuestas. Aliméntate de la doctrina y aplícala en tu vida diaria.


Cada segundo de tu vida es un gran misterio por descubrir. Cada sueño es un mensaje divino. Cada dificultad es una nueva oportunidad por avanzar. Nadie puede subir si no da el paso escalón por escalón. Ese es el reto de cada nuevo día.


Búscate, descubre tus debilidades, las pasiones que te esclavizan. Date cuenta de que no es el insultador quien te ofende, sino tú mismo quien recoge el insulto. Nadie es esclavo de nadie, sino que cada quien es esclavo únicamente ¡de sí mismo!


Encuentra dónde empieza tu libertad y libérate de tus ataduras internas. Aprende a volver a disfrutar de la vida como el niño que juega en un parque.


Que las grandes músicas estremezcan tu alma. Que el amor verdadero se exprese hacia tu pareja para juntos construir el templo de Salomón, la casa del Padre, en vuestros corazones.


Deja que el sol se ponga ante tus ojos llevando a tu corazón ese algo único, indescriptible, que ninguna palabra podría definir. Aprende a ver en cada animalito, en cada planta, un hermano que contiene su sabiduría particular; respétalo y aprende cuanto puedas de ellos.


“La luz vino a las tinieblas pero las tinieblas no la comprendieron”. Esa luz ha venido de nuevo a la humanidad de la mano del Avatara de Acuario, el Venerable Maestro Samael Aun Weor.


Su honestidad queda clara por la pobreza y la austeridad que le acompañaron durante su vida y hasta su muerte. Renunció a cualquier derecho o «copyright» sobre sus obras. Tan solo dejó su mensaje claro, inapelable, sintético, directo, para que la humanidad se pudiera beneficiar de él.


Pero, como siempre, la humanidad no quiere ver, no quiere escuchar. Las tinieblas egoicas que pueblan nuestras estancias psicológicas no pueden ni quieren comprender a la luz.


Cada uno somos un trozo de tierra en la que se siembra la palabra traída, en estos tiempos del fin, por el V.M. Samael Aun Weor. Ahora es responsabilidad de cada uno de nosotros ser piedras o ser tierra fértil para que la palabra germine y dé fruto «cuan a ciento».