Qumran, Nag Hammadi, Media. Los esenios y Juan el Bautista. Jesús corrige a los esenios. El tema de las riquezas. El matrimonio. Una visión más honda. La cámara nupcial y las enseñanzas sobre la sexualidad en el Evangelio de Felipe. El Evangelio de Judas.


1. Qumran, Nag Hammadi, Media: hallazgos revolucionarios


En 1945 hubo un evento excepcional: un chico egipcio se fue a buscar abono natural en un gruta y encontró unos rollos de papiro. El chico era analfabeto, pero habló de su descubrimiento, y entre el año 1947 en la zona fueron encontrados trece rollos de papiro, ahora conocidos en todo el mundo como los textos de Nag Hammadi.

Todo en este acontecimiento tiene carácter de aventura, desde al descubrimiento hasta la desaparición, y luego desde el nuevo hallazgo de unos rollos vendidos ilegalmente hasta las dificultades muy serias que se encontraron para que algunos estudiosos pudieran empezar a leer y analizar estos textos tan importantes. Todavía hay reticencias en difundir su contenido, pero ya no es posible impedir que se conozcan.


Al mismo tiempo, en 1947, un pastor, buscando una cabra rebelde que se había alejado, empezó el hallazgo, que duró hasta 1956, de unos rollos de pergamino y unos pocos de papiro en el interior de once grutas de la zona montañosa de Qumran: estos son los igualmente famosísimos Rollos del Mar Muerto.


En realidad, los manuscritos del Mar Muerto contienen textos de distintas épocas encontrados en Qumran, Khirbet Mird, Murabba'at, etc., pero los más importantes (por las consecuencias en el conocimiento de la materia), más antiguos y numerosos son los de Qumran, por lo cual a veces se habla de Rollos del Mar Muerto como si se hablara tan solo de los Rollos de Qumran. Estos han sido datados entre el siglo III a.C. y el I d.C.


Los documentos encontrados son de tres tipos: bíblicos (copias de textos de la Biblia hebrea), apócrifos (textos de la edad del Segundo Templo que no son aceptados en el canon de la Biblia hebraica, como Enoch, Jubileos, etc.) y ‘sectarios’ (documentos antes desconocidos que describen las Reglas de un grupo entre la comunidad hebrea, como la Regla de la Comunidad, el Rollo de la guerra, el Comentario a Abacuc y la Regla de la Bendición).


Un documento muy interesante es el Documentos de Damasco, que ya era conocido por haber sido encontrado en la colección Genizah del Cairo (por lo tanto es conocido como CD, Cairo Damasco). Todos los textos de Qumran son considerados de ambiente esenio y las reglas que algunos de ellos enuncian son atribuidas a un grupo esenio por la mayoría de los académicos, aunque ahora haya alguno que diga que los esenios no han existido nunca y que los rollos pertenecen a rabinos que se escaparon de las persecuciones para ser acogidos por familias sacerdotales de la zona. Pero los autores antiguos son muy claros en hablar de los esenios, y por tanto rechazar su existencia sería muy temerario. Aun si Qumran no hubiera sido una comunidad esenia, esto no significa que los esenios no existieron. Y algunos de los textos de Qumran son muy duros acerca del templo de Jerusalén: si eran rollos de los sacerdotes del templo debían ser estudiados para contrastar a los grupos que los escribieron, porque nadie escribe contra sí mismo. Entonces, cualquier que sea la conclusión que los estudios arqueológicos y textuales puedan llevar, los escritos encontrados en Qumran demuestran una oposición estructurada y formalizada dentro de uno o de unos grupos disidentes. Por lo tanto hablaremos de una comunidad de Qumran, aunque no podamos saber si vivió verdaderamente allí o en otro lugar.


Los papiros de Nag Hammadi, en cambio, son dichos ‘gnósticos’, con el sentido típico que los estudiosos de historia y de religiones dan a la palabra ‘gnóstico’, que para ellos identifica a un grupo de gente muy culta que vivió en Alejandría de Egipto desde el siglo II de la era cristiana por más o menos cinco siglos y que recibió la enseñanza cristiana mezclada con conocimientos esotéricos egipcios, griegos, persas y de otras orígenes. Los dos textos más conocidos de los muchos contenidos en los trece rollos son el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Felipe, que veremos en detalle más abajo. Pero ahora anticipamos que en el logion (‘dicho’) número 12 del Evangelio de Tomás encontramos una mención de Santiago el Justo como guía después de Jesús: «Los discípulos dicen a Jesús: Sabemos que te separarás de nosotros. ¿Quién será Rabí sobre nosotros?. Jesús les ha dicho: En el lugar donde habéis venido, iréis a Jacob el Justo, para el bien de quien llegan a ser el Cielo y la tierra». Una prueba más que este hombre existió verdaderamente y que tuvo gran importancia.


Entre los textos de Nag Hammadi se han encontrado también otras versiones de la Pistis Sophía, que ya era conocida desde 1772 gracias al Codex Askewianus. De todo esto se deduce que tal hallazgo fue verdaderamente extraordinario.


El descubrimiento de los textos de Nag Hammadi y de Qumran hizo posible estudiar directamente tradiciones religiosas de las que por siglos solo se habían hecho juicios casi siempre malévolos o, como mínimo, fundados en escasas e incorrectas informaciones. Son poquísimos los textos de los padres de la Iglesia (católica) que hablaban sobre esas tradiciones, pues siempre lucharon contra los gnósticos y contra toda forma de herejía – según su ideología – sin darse cuenta de que los verdaderos herejes podían ser ellos mismos.


En muy interesante que estos hallazgos hayan pasado en períodos tan cercanos, como si se hubiera dado una oportunidad a la humanidad de volver a conocer lo que por casi dos mil años había sido olvidado y cancelado.

Esta serie de descubrimientos será coronada en 1978 (o por lo menos así se piensa), cuando unos campesinos egipcios encontraron en la localidad de Media un manuscrito que contenía el Evangelio prohibido de Judas. El texto es conocido como Códice Tchacos, y lleva una versión en copto de un supuesto original griego.


Sobre este texto había informaciones de los padres de la Iglesia, que atribuyen tal Evangelio a la secta de los cainitas. Ese era un grupo de los ofitas, el cual se dice que rindiera culto a todos aquellos que fueron malditos por el Dios del Antiguo Testamento, al que ellos no reconocían como el Dios supremo sino como uno de rango inferior.

Según lo que se trasmite con respecto a esta secta, sus miembros hacían todo lo posible para contravenir los mandamientos de Moisés. Pero estas son solo acusaciones, porque el Evangelio de Judas no dice absolutamente nada sobre las prácticas abominables que se atribuyen a los cainitas. El punto central de este escrito es que Judas es representado como el discípulo más respetado de Jesús, al cual el Maestro confió la carga de entregarlo a los romanos para que empezase la Pasión.


El Evangelio de Judas es el primer y hasta ahora único documento que defiende tal visión de los hechos, aunque ya hubo quien pensó que Judas hubiese ‘traicionado’ a Jesús por directo mandamiento del Maestro. De hecho, si leemos el versículo de Juan 3, 27 que dice: «Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo pronto», no obstante el juicio sobre Judas (que en el Evangelio de Juan es presentado de forma horrible), podemos ver que Jesús le ordena de hacer pronto. Como si entre los dos hubiese un acuerdo, lo que es totalmente contrario a cuanto sobre Judas se ha dicho y escrito. Una verdadera revolución.


2. Los esenios y Juan el Bautista


Lo primero que podemos averiguar de los manuscritos de Qumran es que hubo unas divisiones entre el grupo de esenios original, lo cual dio vida a algunos grupos menores muy parecidos al primero pero con diferencias sobre uno o varios puntos de doctrina. Entre estos había algunas personas que no estaban de acuerdo sobre la visión del matrimonio (rechazado por los esenios ‘principales’) y que lo practicaba. Lo que nos confirma que las noticias de Flavio Josefo que antes hemos reportado son muy buenas y creíbles.


Otra cosa que se puede derivar de estos textos es que hay muchas similitudes entre Juan el Bautista y los esenios. Así, los hallazgos arqueológicos confirman lo que nosotros hemos dicho antes sobre la base de los evangelios canónicos: es decir que Juan el Bautista era o había sido un esenio.


Vemos ahora algunas semejanzas entre las palabras del Bautista y los textos de Qumran. Los escritos son identificados cada uno con una sigla: un número, que indica la gruta en el cual fue descubierto (de 1 hasta 11), la letra Q que representa Qumran, unas letras que indican el contenido del texto; si hay dos rollos del mismo texto encontrados en la misma gruta, se añade al final una letra; por ejemplo, 1QIs‪a y 1QIs‪b son dos rollos encontrados en la gruta 1, ambos referidos al libro del profeta Isaías.


De Lucas (1, 80 y 3, 2) sabemos que Juan el Bautista vivió en el desierto también antes de empezar su predicación («Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que apareció en público a Israel» y «Durante el sumo sacerdocio de Anás y Caifás vino la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto»). El Evangelio de Juan (1, 23) dice: «Él dijo: “Yo soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, dijo el profeta Isaías”». El mismo pasaje (Is 40, 3: «Una voz clama: “Preparad en el desierto camino al Señor; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios”») era utilizado en Qumran (en la Regla de la Comunidad: 1QS 8, 13-15) para justificar el retiro en el desierto.


También el bautismo practicado por Juan es muy cercano a los ritos de inmersión completa en agua que eran utilizados en Qumran (1QS 3, 4.9; 5, 13-14; 4Q 514; CD 10, 10-13 y también Flavio Josefo, Guerra jud. 2, 8, 5). Leemos como ejemplo el pasaje del Documento de Damasco: «En lo que concierne a la purificación del agua, que nadie tome baño con agua poluta ni con cantidad inferior a la que es necesaria para sumergirse; que nadie se purifique con el agua de un vaso, ni con el agua que haya quedado en la cavidad de una piedra si en ella no hay agua suficiente para la inmersión».


Vemos el capítulo 3 del Evangelio de Mateo, que es muy interesante: «En aquellos días llegó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Porque este es aquel a quien se refirió el profeta Isaías, diciendo: voz del que clama en el desierto: preparad el Camino del Señor, haced derechas sus sendas Y él, Juan, tenía un vestido de pelo de camello y un cinto de cuero a la cintura; y su comida era de langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región alrededor del Jordán; y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán. Pero cuando vio que muchos de los fariseos y saduceos venían para el bautismo, les dijo: ¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento; y no presumáis que podéis deciros a vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. Y el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Yo a la verdad os bautizo con agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias; él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. El bieldo está en su mano y limpiará completamente su era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible. Entonces Jesús llegó de Galilea al Jordán, a donde estaba Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trató de impedírselo, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?. Y respondiendo Jesús, le dijo: Permítelo ahora; porque es conveniente que cumplamos así toda justicia. Entonces Juan se lo permitió. Después de ser bautizado, Jesús salió del agua inmediatamente; y he aquí, los cielos se abrieron, y él vio al Espíritu de Dios que descendía como una paloma y venía sobre él. Y he aquí, se oyó una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido».


Según lo que hemos leído ahora, y además según Lucas (3, 1-10), y también Flavio Josefo (Ant. jud. 18, 117) Juan consideraba que el bautismo era una confirmación de una precedente conversión y purificación. La misma función tenía la inmersión en agua entre los esenios de Qumran (1QS 2, 25 - 3, 12).


Juan dice que el que vendrá después de él bautizará con el Espíritu Santo (ver también Mc 1, 8 y Lc 3, 16) y en Qumran se decía que los hijos de la luz serían purificados por el Espíritu de Santidad (1QS 4, 13-21).


Juan afirma que el que vendrá después de él «quemará la paja en fuego inextinguible». En Qumran se afirmaba que para los malvados hará un abismo de fuego inextinguible (1QH 3, 27-32): «Partirán en vuelo todas las flechas del abismo. No errarán su blanco. Herirán mortalmente, sin dejar esperanza alguna. El cordel del juicio caerá sobre los condenados, sobre los abandonados al fruto de la cólera; la efusión del furor, sobre los desprotegidos. [Sucederá] cuando llegue el tiempo de ira para todo Belial; cuando se cierren los grilletes de muerte, sin escapatoria posible; cuando los torrentes de Belial cambien con lava los cursos de las aguas. El fuego devorará a todos los que de ellas bebieren. Aniquilará todos los árboles que estuvieren en sus márgenes, por verdes y frondosos que sean. El fuego consumirá las profundidades de la tierra. Su extensión, hasta perderse de vista, será únicamente yermo. Se refundirán las bases de las montañas, las raíces de las rocas se licuarán como brea. Camina el fuego devorador hasta el gran océano. Los torrentes de Belial se precipitan en el Abaddón hasta colmarlo. Las profundidades del mar mugen; sus olas son enormes, gigantes, pero de sangre».


Es decir, en conclusión, que las expresiones usadas por el Bautista recuerdan de muy cerca las que caracterizaban los esenios que constituían la comunidad de Qumran. Pero, como veremos, había también diferencias entre las reglas e ideas de los esenios y lo que Juan enseñó.


3. Jesús corrige a los esenios


Dirigimos ahora nuestra atención a Jesús para averiguar que él tuvo seguramente contactos con los esenios, y que incluso se puso en contraposición con ellos sobre algunos puntos, especialmente con respeto a las duras reglas de pureza.


Una de las similitudes más fuertes está seguramente en el banquete ritual de la Alianza que se celebraba con pan y vino, en el cual el Sacerdote tenía preferencia sobre los demás. La regla expuesta en el Documento de las Dos Columnas, 1QSa 2, 17-22 explica la forma de actuar cuando sea presente el Mesías, que deberá ser el primero: «Y cuando llegue la hora de tomar el alimento y beber el mosto que se debe haber preparado para el banquete de la Alianza, que nadie tienda entonces la mano para partir el pan antes que el sacerdote, porque es él quien debe partir el pan y distribuir el mosto y tender la mano el primero. Inmediatamente el Mesías de Israel tenderá la mano para tomar el pan y después de él toda la asamblea hará lo mismo, siguiendo el orden de sus respectivos puestos. Del mismo modo se debe proceder también en otras ocasiones en las comidas, cuando haya por lo menos diez personas». El banquete de la Alianza recuerda muy de cerca la última cena de Jesús y sus discípulos y se entiende perfectamente a la luz de una relación con los hábitos y los rituales esenios.


Además de todo lo que ya hemos dicho antes, pasamos ahora a reflexionar sobre la resurrección de Lázaro (capítulo 11 de Evangelio de Juan). Hay quien ha supuesto que el mismo Lázaro y sus hermanas Marta y María fuesen esenios, basándose en una serie de cuestiones que ahora sería demasiado largo explicar y que no resultan fundamentales para nuestro fin, porque lo que nos interesa es que los esenios no aceptaban la resurrección física de los muertos. Esta creencia apareció en el judaísmo en el siglo II a.C. y es testimoniada en libros tardíos de la Biblia (Dn 7, 27; 12, 2 y 2Mac 7, 9-23; 12, 43-44; 14, 46). Los fariseos aceptaban la resurrección, pero los saduceos y los esenios no. Por tanto, la resurrección que Jesús operó sobre Lázaro cobra un sentido de demostración, evidencia la posibilidad de la resurrección del cuerpo, poniendo de manifiesto que los esenios se equivocaban.


Otras diferencias entre las creencias de los esenios y lo que Jesús predicaba radican en su falta de respeto hacia las limitaciones que aquellos consideraban necesarias para la salvación: Jesús comía con publicanos y pecadores y no se lavaba antes de comer, mientras que los esenios aborrecían tales hechos; del mismo modo, no podían aceptar a sus mesas a leprosos, ciegos, mancos o cojos (1QS 6, 16-17.20-21; 1QSa 2, 3-10; 4QCD), mientras que Jesús no hace discriminaciones y hasta invita a comer con esas personas no sin cierta polémica. Así tenemos (Lc 14, 12-14): «Y dijo también al que le había convidado: Cuando ofrezcas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos, no sea que ellos a su vez también te conviden y tengas ya tu recompensa. Antes bien, cuando ofrezcas un banquete, llama a pobres, mancos, cojos, ciegos, y serás bienaventurado, ya que ellos no tienen cómo recompensarte; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos». Jesús predicaba perdonar y amar a los enemigos; los esenios predicaban el odio hacia ellos. Es decir, aquí también podemos apreciar cómo Jesús llevó la misericordia, que ya estaba presente entre los esenios, a un nivel superior, trascendiendo toda forma de división o repulsión, todo sentido de superioridad para con los demás.

Todo lo visto hasta ahora nos confirma lo que habíamos planteado antes sobre la superación operada por Jesús sobre cierta ética formal común entre los esenios.


Algunos de los documentos encontrados en Qumran demuestran que hubo grupos con una escatología muy fuerte; es decir, esperaban un Mesías que viniese a libertar a Israel de la dominación extranjera.


Hay pruebas de que los esenios tuvieron relaciones con los zelotas, grupo armado muy riguroso en cuanto a la defensa de la ortodoxia hebrea. E incluso puede que algunos de los apóstoles de Jesús procedieran de allí. Pero decir que Jesús se presentó como el Mesías con la intención de guiar una rebelión armada y violenta y que esto fue cubierto por Pablo de Tarso, que quería difundir su visión anti-hebrea, es querer anular todos los testimonios de los Evangelios (incluso el de Mateo, que era muy conocido y amado por los primeros judeocristianos), y manipular los documentos y las enseñanzas del Rabí. Quien hace esto presenta a Jesús como un terrorista judío violento y totalmente politizado, y afirma que las tan famosas palabras del Evangelio de Juan (18, 36) dirigidas a Pilatos («Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí») estarían totalmente invertidas respecto a lo real.

Pero es evidente que estas son meras fantasías. Jesús, también en esto, además de contestar a Pilatos (que le reclamaba si era rey) está contestando a los esenios y a los zelotas, que esperaban a un Mesías que llegaría para libertarlos en el plano físico y para restablecer un reino de Israel entendido como pueblo judío.


Desde este punto de vista resulta evidente que, aun siendo los esenios grandes conocedores de la tradición judía, de las escrituras y de la magia, habían perdido ya la comprensión de que el pueblo elegido no era lo que se creía entonces. Los esenios no hacían proselitismo, no se dejaban contaminar por incircuncisos (es decir, gentiles, no hebreos). Para ser esenio era necesario pertenecer a la nación de Israel por nacimiento; así pues, no hubiera tenido sentido que alguien se convirtiera. Para lograr la salvación era necesario el respeto de las miztvot (los 613 preceptos de la Torah), las reglas de pureza (circuncisión, abluciones, reglas alimentarias, etc.).


Hay que decir que algunas actividades comunes entre los esenios, como practicar la magia y la adivinación, están prohibidas por las miztvot tradicionalmente reconocidas entre los judíos, lo que explica por qué aún hoy en día los hombres de fe judía califican a los esenios como impíos e inicuos. Pero los esenios se consideraban a sí mismos como los verdaderos conocedores y fieles guardianes de la Ley mosaica, y criticaban abiertamente a saduceos y a fariseos.


Algunos de ellos, como los que pertenecían a la comunidad de Qumran, no frecuentaban el Templo porque no reconocían la autoridad que lo regentaba (1QS 8, 5-6; 9, 3-6; 4Q159 2, 6-8; CD 4, 12-18; 1QpHab 1, 3; 8, 8-13; 9, 4-5.9; 10, 1; 11, 14; 12, 7-10; CD 6, 15-16.21). Pero también había otros esenios que sí acudían al Templo y vivían en la misma ciudad de Jerusalén. Esto nos indica claramente que no se puede considerar a todos los esenios iguales; en consecuencia, los textos de Qumran deben ser referidos solo a algunos grupos, pero en ningún modo atribuidos a todos los esenios debido a las diferencias sustanciales entre ellos. Es muy probable que Jesús ganase seguidores entre los esenios de Betania (de cuya existencia da testimonio la arqueología) y entre los de Jerusalén, que eran más cercanos al Templo, pero no hay pruebas de que en la comunidad (o las comunidades) cuyos textos fueron hallados en Qumran la predicación de Jesús haya encontrado aprobación y adhesiones. Probablemente aquellos eran demasiado rígidos para aceptar unas enseñanzas tan revolucionarias como las del Nazareno.


4. El tema de las riquezas: visiones contrapuestas


Analizaremos ahora la gran similitud entre el estilo de vida de la comunidad esenia y el de los primeros cristianos: la comunión de bienes, en griego koinonía.


En el pasaje de los Hechos de los Apóstoles 2, 44-45 encontramos: «Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos según la necesidad de cada uno». Igualmente se refleja en Hech. 4, 32-35: «La congregación de los que creyeron era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo lo que poseía, sino que todas las cosas eran de propiedad común. Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia había sobre todos ellos. No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían, traían el importe de lo vendido, lo depositaban a los pies de los apóstoles, y se distribuía a cada uno según su necesidad».


Del manual de disciplina de los esenios o Regla de la Comunidad (1QS 6, 14-23) sabemos, tal y como recogen también los autores antiguos, que los novicios debían esperar dos años antes de formar parte plena de la comunidad. Después del primer año sus bienes eran entregados al ecónomo de la comunidad, pero seguían manteniéndose aparte; al final del segundo año, cuando el novicio era aceptado, sus bienes pasaban a formar parte de la comunidad (como vemos en los versículos 6, 18-23: «Después de haber cumplido un año en la comunidad, los ‘grandes’ serán informados de su caso, de su instrucción, de su comportamiento, de su amor a la ley. Entonces, si por votación se establece que sea admitido en la reunión de la comunidad, y si a esto se suma el consenso de los sacerdotes que estén en la asamblea y de todos los hombres de la comunidad, que entre. Sus bienes y sus salarios serán entregados al tesorero. Este los anotará en el registro a nombre del ingresado. Ese dinero no se gastará en beneficio de los ‘grandes’ aun después de haber sido admitido, que no participe del banquete de los ‘grandes’ hasta no haber cumplido un segundo año en la comunidad. Al completar este segundo año, que sea nuevamente examinado según el parecer de los ‘grandes’. Si la votación establece su capacidad para permanecer en la comunidad será inscrito entre los hermanos, en el orden determinado por la doctrina, el derecho y la conducta. Sus bienes serán llevados definitivamente al acervo común y su parecer tomará valor en todos los juicios de la comunidad»). Es opinión compartida que algunos de esos bienes fuesen vendidos, porque los esenios vivían en comunidades autosuficientes que evitaban las relaciones comerciales con los demás, de forma que si hubiesen mantenido en posesión todos los bienes no habrían podido controlarlos directamente. Esto es muy similar a lo que ocurrió en la primitiva Iglesia cristiana de Jerusalén, pero resulta incluso más interesante porqué no está en la línea de las enseñanzas de Jesús ni de Juan el Bautista.


En efecto, podemos leer en el Evangelio de Lucas 3, 10-14 un suceso interesante ocurrido poco antes del bautismo de Jesús: «Y las multitudes le [a Juan] preguntaban, diciendo: “¿Qué, pues, haremos?”. Respondiendo él, les decía: “El que tiene dos túnicas, comparta con el que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo”. Vinieron también unos recaudadores de impuestos para ser bautizados, y le dijeron: “Maestro, ¿qué haremos?”. Entonces él les respondió: “No exijáis más de lo que se os ha ordenado”. También algunos soldados le preguntaban, diciendo: “Y nosotros, ¿qué haremos?”. Y él les dijo: “A nadie extorsionéis, ni a nadie acuséis falsamente, y contentaos con vuestro salario”».


Estas palabras de Juan, en apariencia muy simples y claras, son revolucionarias si se contemplan desde la óptica esenia, por varios motivos. Primero: Juan no rechaza a nadie, tampoco a los soldados y a los recaudadores de impuestos; los esenios, sin embargo, evitaban cualquier contacto con los impuros y eran totalmente contrarios al dominio romano. Segundo: Juan no aconseja entregar los bienes personales a un grupo, sino compartirlos con los que carecen de lo suficiente. En este punto ha habido quienes han interpretado la palabra ‘pobres’ como sinónimo de ‘esenios’ (los cuales también eran llamados ebionim, ‘pobres’, posiblemente porque se alejaban de toda riqueza); en este sentido se ha forzado la lectura del texto, ya que las exhortaciones del Bautista se refieren claramente a que las personas mantengan su modo de vida, pero de una forma más correcta y honesta.


Aquí podemos apreciar que el mismo Juan debía tener algunas reservas para con los esenios, porque su sermón se dirigía a todos y no exhortaba a entrar en una comunidad.


Por lo que concierne a Jesús, se menciona en el pasaje de Lucas 16, 8-9: «Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho discretamente; porque los hijos de este siglo son en su generación más prudentes que los hijos de luz. Y yo os digo: Haced amigos con las riquezas de maldad, para que cuando estas falten seáis recibidos en las moradas eternas». En la traducción de este pasaje aparecen como mínimo tres errores lingüísticos: el primero es que el mayordomo no es ‘malo’, sino ‘astuto, prudente’; el segundo es que el texto griego dice ‘hijos de la luz’, y el tercero es que no son las riquezas lo que se menciona a faltar sino las personas. Es decir, la traducción correcta del griego sería: «Y alabó el señor al mayordomo astuto por haber hecho discretamente; porque los hijos de este siglo son más astutos [la palabra es la misma atribuida al mayordomo] en su generación que los hijos de la luz. Y yo os digo: Haced amigos con las riquezas de maldad, para que cuando faltareis, seáis recibidos en las moradas eternas». ¡Bastante diferente! Ahora, como ya hemos visto, los esenios se llamaban a sí mismos ‘hijos de la luz’ (véase por ejemplo el Manual de Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas, 1QM). En este pasaje, Jesús está indicando que no hay que proceder como los esenios, sino utilizar las riquezas (que son malas) para hacer amigos, es decir, para ayudar a los demás y merecer una recompensa después de la muerte. A continuación, dicho capítulo del Evangelio de Lucas explica la necesidad de utilizar sabiamente las riquezas ayudando a los pobres, algo que los esenios no hacían de esta forma.


De la misma manera el pasaje de Marcos 10, 17-27 es una invitación a dejar las riquezas a los pobres: «Y saliendo él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna?. Y Jesús le dijo: ¿Por qué me dices bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. Él entonces respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús mirándole con amor le dijo: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sígueme tomando tu madero (si quieres ser perfecto). Mas él, entristecido por estas palabras, se fue apenado, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!. Y los discípulos se sorprendieron de sus palabras; mas Jesús respondiendo les volvió a decir: ¡Hijos, cuán difícil es entrar en el Reino de Dios para los que confían en las riquezas! Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios. Mas ellos se asombraron aun más, diciendo entre sí: ¿Y quién podrá salvarse?. Entonces Jesús mirándolos, dice: Para los hombres es imposible; mas no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios».


Aquí vemos que, como los esenios, Jesús rechaza cualquier apego a las riquezas, pero enseña a usarlas para el bien de los demás, de los necesitados. Con lo que nuevamente Jesús da un paso adelante con respecto a los esenios.

Por lo tanto, de la contrastación entre los Evangelios y los textos de Qumran surge la evidencia de una relación entre Juan el Bautista, Jesús y los esenios, pero también se queda patente una crítica de los dos Maestros a los grupos esenios, cuyo comportamiento era totalmente cerrado para con el exterior.


5. El matrimonio


Como ulterior prueba de la cercanía de Jesús con los esenios encontramos en Marcos 10, 2-12: «Y llegándose los fariseos le preguntaron si era lícito al marido repudiar a su mujer, tentándolo. Mas él respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?. Y ellos dijeron: Moisés permitió escribir carta de divorcio y repudiar. Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento; pero al principio de la creación, macho y hembra hizo Dios. Por esto (dice) dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer. Y los que eran dos, serán hechos una sola carne; así que ya no son dos, sino una carne. Pues lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Y en casa volvieron los discípulos a preguntarle sobre lo mismo. Y les dice: Cualquiera que repudiare a su mujer y se casare con otra comete adulterio contra aquella; y si una mujer repudiare a su marido y se casare con otro, también cometería adulterio».


Algunos pasajes de los documentos de Qumran muestran que en alguna comunidad había mujeres y niños (1QSa 1, 4-5), que los contactos sexuales eran previstos solo en el matrimonio, una vez superados los veinte años de edad (1QSa 1, 9), y que no se debía divorciar de la esposa (11Qtemple 57). También el documento de Damasco condena la práctica de tomar más de una mujer (CD 4, 21-5, 1: el versículo 5, 1 dice: «Los que entraron en el arca entraron por parejas, de dos en dos. Del príncipe está escrito: No tendrá varias mujeres»). En este contexto, la pregunta de los fariseos a Jesús es una prueba para conocer si él se oponía, como los esenios, al divorcio. Al respecto, Jesús afirma que estas prácticas son debidas a la dureza de corazón de los hombres, pero que el hombre y la mujer se vuelven una sola carne y no pueden ser separados.


Esta afirmación de Jesús nos da la oportunidad para abordar los textos gnósticos de Nag Hammadi, en particular el Evangelio de Judas Tomás Dídimo, conocido como Tomás. El nombre verdadero de este discípulo era Judas, como el Iscariote, y para diferenciarlo de este se le conocía por su apodo. La palabra Taumá en arameo significa ‘gemelo’, y el mismo significado tiene Dídymos en griego; por lo que cabe inferir que este apóstol debía ser considerado el gemelo (espiritual) de Jesús.


El Evangelio de Tomás encontrado en una gruta de Nag Hammadi es un texto en copto, traducido seguramente desde un original griego, del que se han conservado fragmentos en los papiros de Oxyrhynchus. El texto de Nag Hammadi data del 340 ca., pero la mayoría de los estudiosos están convencidos de que el original griego debe ser muy antiguo, de entre el 40 y el 100 d.C. Los que pretenden una datación más tardía apelan al hecho de que el escrito debe ser considerado gnóstico, y establecen que el gnosticismo cristiano se desarrolló en el siglo II. Sin embargo el resto de estudiosos no aceptan que este escrito sea totalmente ‘gnóstico’ (en el sentido limitado que hemos explicado antes), a lo que se suma la existencias de otros textos derivados de sus 114 loghia (‘dichos’), entre los cuales se encuentran los mismos evangelios canónicos.


No son de extrañar las diferencias entre las distintas traducciones que se pueden encontrar, porque hay que tener en cuenta que los traductores, pese a estudiar los textos antiguos y las creencias gnósticas, desconocen verdaderamente el sentido profundo de estas enseñanzas. Así pues, a menudo traducen pasajes que no logran entender en su totalidad.


En el logion 22 se puede leer: «Jesús ve a infantes que están mamando. Dice a sus discípulos: Estos infantes que maman se asemejan a los que entran en el Reino. Le dicen: ¿Así al convertirnos en infantes entraremos en el Reino?. Jesús les ha dicho: Cuando hagáis de los dos uno, y hagáis el interior como el exterior y el exterior como el interior y lo de arriba como lo de abajo, y cuando establezcáis el varón con la hembra como una sola unidad de tal modo que el hombre no sea masculino ni la mujer femenina, cuando establezcáis un ojo en el lugar de un ojo y una mano en el lugar de una mano y un pie en el lugar de un pie y una imagen en el lugar de una imagen, entonces entraréis en el Reino». Y en el siguiente fragmento, 23, reza: «Jesús ha dicho: Yo os escogeré, uno entre mil y dos entre diez mil y estarán de pie como una sola unidad». Aquí se evidencia la claridad de Jesús a la hora de dar importancia a la unidad de la pareja.


Es imposible, además, pasar por alto las semejanzas entre estas palabras y las que abren la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegisto: «Verdadero, sin falsedad, cierto y muy verdadero: lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar el milagro de la Cosa Única. Y así como todas las cosas provinieron del Uno, por mediación del Uno, así todas las cosas nacieron de esta Única Cosa por adaptación». Así resulta sencillo entender por qué el Evangelio de Tomás fue considerado gnóstico y, por tanto, “peligroso”.


6. Una visión más honda


En el logion 14 podemos leer: «Jesús les ha dicho: Si ayunáis causaréis transgresión a vosotros mismos. Y si oráis seréis condenados. Y si dais limosna haréis daño a vuestros espíritus. Y cuando entréis en cualquier país para vagar por las regiones, si os reciben comed lo que os ponen frente a vosotros y curad a los enfermos entre ellos. Pues lo que entra en vuestra boca no os profanará, sino lo que sale de vuestra boca, eso es lo que os profanará»; este texto viene a ser una confirmación de lo visto anteriormente, pero con nuevos particulares que pasamos a analizar. También el logion 6 habla sobre el mismo tema: «Le preguntaron sus discípulos diciéndole: ¿Quieres que ayunemos? ¿Y de qué forma hemos de orar y dar limosna, y qué hemos de observar respecto a la comida? Jesús dijo: No mintáis ni hagáis lo que aborrecéis, pues ante el cielo todo está patente, ya que nada hay oculto que no termine por quedar manifiesto y nada escondido que pueda mantenerse sin ser revelado».


Este mismo pasaje se relata con ligeras diferencias en un Papiro de Oxyrhincus (Oxyrh. Pap. 654) en la versión griega, donde se recoge: «Le preguntan sus discípulos y (le) dicen: ¿Cómo ayunaremos y cómo oraremos y cómo daremos limosna y qué observaremos de cosas semejantes?. Díce(les) Jesús: Mirad, no sea que perdáis la recompensa. No hagáis sino las obras de la verdad. Pues si hacéis estas conoceréis el misterio escondido. Dígoos: Bienaventurado es el que…». No se debe interpretar aquí una crítica contra los ayunos, las oraciones o las limosnas, sino una condena a hacerlo por constricción, porque la Ley obliga pero sin desearlo. Por eso Jesús dice «no sea que perdáis la recompensa»: no hay recompensa en hacer algo bueno sin desear hacerlo de verdad.


Una actitud análoga la encontramos en el logion 53: «Sus discípulos le dijeron: ¿Es de alguna utilidad la circuncisión o no?. Y él les dijo: Si para algo valiera, ya les engendraría su padre circuncisos en el seno de sus madres; sin embargo, la verdadera circuncisión en espíritu ha sido de gran utilidad». Como ya se ha mencionado en numerosas ocasiones, lo importante no es el respeto a las reglas exteriores, sino el que concierne a la interioridad.


Habría muchas cosas que añadir sobre este Evangelio, pero no podemos aquí abarcar demasiados temas.

Queremos acabar con una afirmación impresionante, la del logion 105: «Dijo Jesús: Quien conociere al padre y a la madre será llamado hijo de prostituta». El Padre y la Madre son los padres internos, y quien los llega a conocer es un Maestro, un Sabio; este hecho le hace diferente a los demás, por lo que los juicios sobre él no pueden más que ser malignos y mezquinos. Este tipo de juicios fue volcado igualmente sobre aquellos evangelios donde la sabiduría secreta fue parcialmente revelada, evangelios que fueron por eso declarados heréticos y falsos.


Pasamos ahora al Evangelio de Felipe, un texto definido ‘gnóstico’ por los académicos; se encontró también en Nag Hammadi, en una traducción copta de un original probablemente griego que se remonta a la predicación de Valentín, filosofo del siglo II considerado hereje y que influyó mucho sobre el pensamiento de Orígenes. Aunque sobre este texto hay una segunda teoría que lo vincula a una tradición de los Ofitas, postergándolo al siglo III. En cualquier caso, se trata de un texto gnóstico que recoge conocimientos sobre los Aeones y las jerarquías divinas. Además, en esta obra María Magdalena desempeña un papel destacado, apareciendo como la esposa y sacerdotisa de Jesús.


Primero de todo citamos el dicho número 69, relacionado con el tema hermético tratado en nuestro capítulo anterior: «[El Señor] dijo: Yo he venido a hacer [las cosas inferiores] como las superiores [y las externas] como las [internas, para unirlas] a todas en el lugar. [Él se manifestó aquí] a través de símbolos [...]. Aquellos, pues, que dicen: […] hay quien está encima […], se equivocan, [pues] el que se manifiesta [...] es el que llaman ‘de abajo’ y el que posee lo oculto está encima de él. Con razón, pues, se habla de la ‘parte interior’ y de ‘la exterior’ y de ‘la que está fuera de la exterior’. Y así denominaba el Señor a la perdición ‘tiniebla exterior, fuera de la cual no hay nada’. Él dijo: Mi Padre que está oculto, y también: Entra en tu habitación, cierra la puerta y haz oración a tu Padre que está en lo oculto, esto es, el que está en el interior de todos ellos. Ahora bien, lo que está dentro de ellos es el Pleroma: más interior que él no hay nada. Este es precisamente aquel de quien se dice: está por encima de ellos».


El Evangelio de Felipe, en el párrafo 47 (51 en otras traducciones con diferente organización de los párrafos), ofrece un testimonio interesante sobre el título de Nazareno que Jesús tenía y sobre al cual hemos hablado ampliamente antes: «Los apóstoles antes de nosotros llamaron así: ‘Jesús el Nazareno, Mesías’, que quiere decir: ‘Jesús el Nazareno, el Cristo’. El último nombre es ‘el Cristo’, el primero ‘Jesús’, el de en medio ‘el Nazareno’. ‘Mesías’ tiene un doble significado: ‘el Cristo’ y ‘el Medido’. ‘Jesús’ en hebreo es la ‘Redención’, ‘Nazareno’ es la ‘Verdad’. ‘El Nazareno’ es, pues, la ‘Verdad’. El Cristo ha sido medido; ‘el Nazareno’ y ‘Jesús’ son los que han sido medidos».

El arqueólogo y profesor del Ateneo de Tel-Aviv Daniel E. Gershenson afirma que el nombre griego Iesous o Nazoraios debe derivar del arameo Nazorai, y que la raíz NZR se encuentra en la tradición aramea de Isaías 26:2, donde se encuentra la palabra emunim (‘fe’), que deriva de la raíz emeth (‘verdad’). Por este motivo el Evangelio de Felipe puede afirmar que ‘Nazareno’ significa ‘de la verdad’.


Esto debería bastar para tapar la boca de aquellos que se han burlado de la lingüística de los gnósticos.


7. La cámara nupcial y las enseñanzas sobre la sexualidad en el Evangelio de Felipe


En este evangelio resalta el sacramento de la cámara nupcial, sobre la naturaleza del cual los académicos tienen dudas pero que para un gnóstico guarda una clara relación con la práctica del Gran Arcano. Veamos algunas menciones sobre el tema.


73: «La cámara nupcial no está hecha para las bestias, ni para los esclavos, ni para las mujeres mancilladas, sino para los hombres libres y para las vírgenes».


78: «Si la mujer no se hubiera separado del hombre, no habría muerto con él. Su separación vino a ser el comienzo de la muerte. Por eso vino Cristo, para anular la separación que existía desde el principio, para unir a ambos y para dar la vida a aquellos que habían muerto en la separación y unirlos de nuevo».


79: «Pues bien, la mujer se une con su marido en la cámara nupcial y todos aquellos que se han unido en dicha cámara no volverán a separarse. Por eso se separó Eva de Adán, porque no se había unido con él en la cámara nupcial».


A raíz de estas menciones cabe suponer que el mencionado sacramento fuese una especie de ritual de matrimonio que implicara una unión perpetua e inquebrantable. Pero dicho ritual se renueva a menudo, no como un simple ritual de bodas.


Muy interesante es lo mencionado en el dicho 60, aunque las traducciones al respecto sean muy diferentes entre sí: «Similar a esto, el misterio del matrimonio. Si alguien está en un matrimonio puro, está muy bien. Pues sin esto no encontrará paz. Porque el hombre es la esencia principal de todo en la Tierra. Y la función principal del hombre es el matrimonio. ¡Conozcan un matrimonio puro, pues este tiene gran poder! Y en la forma profanada existe solo su imagen exterior». Es notable esa consideración al ‘matrimonio puro’ en contraposición a su forma profanada, y que claramente alude a la diferencia que existe entre la suprasexualidad y la sexualidad común y corriente.


La sentencia número 103 muestra el peligro que se encuentra en la sexualidad, la dualidad inherente en ella: «Este es el lugar donde se encuentran los hijos de la cámara nupcial. La unión está constituida en este mundo por hombre y mujer, aposento de la fuerza y de la debilidad; en el otro mundo la forma de la unión es muy distinta».


122: «[Nadie podrá] saber nunca cuál es [el día en que el hombre] y la mujer copulan ―fuera de ellos mismos―, ya que las nupcias de (este) mundo son un misterio para aquellos que han tomado mujer. Y si el matrimonio de la polución permanece oculto, ¿cuánto más constituirá el matrimonio impoluto un verdadero misterio? Este no es carnal, sino puro; no pertenece a la pasión, sino a la voluntad; no pertenece a las tinieblas o a la noche, sino al día y a la luz. Si la unión matrimonial se efectúa al descubierto, queda reducida a un acto de fornicación. No solo cuando la esposa recibe el semen de otro hombre, sino también cuando abandona su dormitorio a la vista (de otros), comete un acto de fornicación. Solo le está permitido exhibirse a su propio padre, a su madre, al amigo del esposo y a los hijos del esposo. Estos pueden entrar todos los días en la cámara nupcial. Los demás, que se contenten con el deseo aunque solo sea de escuchar su voz y de gozar de su perfume y de alimentarse de los desperdicios que caen de la mesa, como los perros. Esposos y esposas pertenecen a la cámara nupcial. Nadie podrá ver al esposo y a la esposa de no ser que [él mismo] llegue a serlo». Aunque haya dudas en la traducción y falten alagunas palabras, queda patente en qué consiste el ‘matrimonio puro’ de antes: un ‘matrimonio impoluto’, opuesto al ‘de la polución’.


Quien escribió este Evangelio daba mucha importancia a la necesidad de ganar la resurrección antes de salirse del mundo (véase el párrafo 63). Así en el 21 se recoge: «Los que dicen que el Señor murió primeramente y luego resucitó están en un error. Pues Él resucitó primero y luego murió. Si alguien ha logrado la Resurrección, Él no morirá. Pues Dios es vivo y siempre estará vivo». Y en el 23: «Existen las personas que tienen miedo a resucitar desnudas. Esto es porque ellos desean resucitar en la carne. Ellos no entienden que aquellos que llevan la carne justamente están desnudos. Pero aquellos que se desnudan para ser desnudos, ya no están desnudos. Ni carne ni sangre pueden entrar en la Morada de Dios. Así, ¿qué es lo que no entrará? Es en lo que estamos envueltos. ¿Y qué es lo que entrará? Es lo que pertenece a Jesús y a Su Sangre en nosotros. Por eso Él decía: El que no comerá Mi Carne y no beberá Mi Sangre no tendrá en él mismo la vida. ¿Qué es Su Carne? Es el Logos. Y Su Sangre es el Espíritu Santo. El que ha recibido Esto tiene el alimento, la bebida y la vestimenta verdaderos. Y yo no estoy conforme si alguien dice que precisamente Esta Carne no resucitará. Así que las personas se enredaron. Si tú dices que la Carne no resucitará, dime, para respetarte por tu razón, ¿qué resucitará entonces? Más bien di que el Espíritu es esta Carne y también la Luz es esta Carne. Y el Logos también es esta Carne. Así, todo lo que has mencionado es esta Carne. Y hay que resucitar exactamente en esta Carne, pues todo está en Ella».


Una aclaración a lo antes recogido la encontramos en el dicho 72 del mismo escrito: «Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué, Oh Señor, Me has desamparado? Él dijo estas palabras en la cruz. Luego Él separó de ese lugar lo que era Divino. El Señor resucitó de nuevo de los muertos. Él apareció tal cual era antes. Pero ahora Su cuerpo era perfecto, aunque era carne. Pero ahora esta carne era del Primordial. Nuestra carne no es del Primordial; nosotros poseemos solo una semejanza a esta». La carne de Jesús es diferente de la carne de las personas comunes, porque él logró la Resurrección antes de la muerte, y después de la muerte su cuerpo, aunque con el mismo aspecto, se volvió perfecto. Es evidente que tal afirmación contrasta con la pretensión de que todos los hombres puedan resucitar al final de los tiempos. Por lo tanto no nos asombra que aquellos que seguían similares pensamientos fueran condenados como herejes.


Acabamos nuestra incursión en el Evangelio de Felipe con dos citas absolutamente gnósticas, ya que si no es al amparo de la enseñanza gnóstica estas no llegan a tener un sentido completo. En primer lugar, el versículo 32: «Tres (eran la que) se iban todo el tiempo con el Señor: María Su madre, Su hermana y María Magdalena, la que fue llamada Su compañera. Así había tres Marías: Su madre, Su hermana y Su compañera».


Nos consta que todo lo que Jesús hizo y vivió encierra un sentido trascendental de explicación a la Consciencia; así pues, no podemos pasar por alto el hecho de que él, que encarna y representa al Cristo, tuvo a María como Madre, a María como Hermana y a María como compañera. El Cristo íntimo nace en el seno de la Divina Madre; es, como ella, una derivación del Kether. Por tanto se puede decir que es hermano de María, y junto con la Madre (que es el Espíritu Santo) y con el Padre que está en secreto expresa la Corona Sephirótica.


Por último nos muestra que para lograr encarnar al Cristo hay que trabajar dentro de la pareja con las fuerzas del Tercer Logos (María su compañera) y lograr reunir así todas las partes del Ser.


Si esta lectura no resultase lo bastante clara, es evidente que Jesús es aquí representado como un hombre que tenía una esposa, María Magdalena. Es decir, exactamente lo opuesto al Jesús que se nos ha querido mostrar afeminado y castrado. En este sentido resulta evidente que un Evangelio de este estilo no podía ser aceptado por la iglesia católica.


El segundo versículo que citaremos es el número 42: «Primero hubo adulterio y luego (vino) el asesino engendrado del adulterio, pues era el hijo de la serpiente. Por ello vino a ser homicida como su padre y mató a su hermano. Ahora bien, toda relación sexual entre seres no semejantes entre sí es adulterio».


El pecado original fundamental es el adulterio o, podríamos decir, la fornicación, que es hija de la serpiente (tenebrosa). De ahí nacen todos los pecados, incluido el peor de ellos, el asesinato. Pero es interesante que también el adulterio sea definido como homicida, porque la fornicación mata a la Consciencia y, como se diría en términos gnósticos actuales, al Dios Mercurio.


8. El Evangelio de Judas


En el Evangelio prohibido de Judas muchas veces Jesús se ríe de sus apóstoles por su incapacidad de comprender las Verdades. Ellos no entienden esta reacción y sufren, en ocasiones incluso se enfadan con él y blasfeman su nombre en sus corazones. Pero Jesús no se preocupa y sigue explicando.


Como ejemplo de ello recogemos un pasaje de la Escena 2: «Otro día vino Jesús hacia (ellos). (Le) dijeron: Maestro, te hemos visto en una (visión), porque hemos tenido grandes (sueños…) noche (…).

(Él les dijo): ¿Por qué (ustedes… cuando) estaban escondidos?.

Ellos (le dijeron: Hemos visto) una gran (casa con un gran) altar (dentro, y) doce hombres –son los sacerdotes, diríamos– y un nombre; y una multitud de gente está esperando en el altar, (hasta que) los sacerdotes (… y reciben) las ofrendas. (Pero) seguimos esperando.

(Jesús dijo): ¿Cómo son (los sacerdotes)?. Ellos (dijeron: Algunos…) dos semanas; (algunos) sacrifican a sus propios hijos, otros a sus esposas, en alabanza (y) humildad con el otro; algunos duermen con hombres; algunos se ven envueltos en (asesinato); algunos cometen una multitud de pecados y hechos fuera de la ley. Y los hombres que se presentan al altar invocan tu (nombre), y en toda la extensión de sus deficiencias, los sacrificios son efectuados hasta ser completados (…).

Después de haber dicho esto se quedaron en silencio porque estaban perturbados.

Jesús les dijo: ¿Por qué están perturbados? En verdad les digo, todos los sacerdotes que se presentan en ese altar invocan mi nombre. Nuevamente les digo, mi nombre ha sido escrito en este (…) de la generación de las estrellas a través de las generaciones humanas. (Y ellas) han plantado árboles sin fruto en mi nombre de una manera vergonzosa.

Jesús les dijo: A esos que han visto recibiendo las ofrendas en el altar –eso es lo que ustedes son. Ese es el dios al que sirven, y ustedes son esos doce hombres que vieron. El ganado que han visto acercar al sacrificio son todas las personas a las que han engañado frente a ese altar. (…) se pondrán de pie y harán uso de mi nombre de esta forma, y las generaciones de los justos permanecerán fieles a él. Después de eso otro hombre se pondrá de pie de entre (los fornicadores), y otro de los asesinos de niños, y otro de aquellos que duermen con hombres, y de aquellos que se abstienen, y del resto de la gente de la contaminación y la iniquidad y el error, y de aquellos que dicen Somos como los ángeles; ellos son las estrellas que traen todo a su conclusión. Porque se le ha dicho a las generaciones humanas: Miren, Dios ha recibido su sacrificio de las manos de un sacerdote, es decir, de un ministro del error. Pero es el Señor, el Señor del universo, quien ordena: En el último día serán avergonzados».


Lamentablemente el texto no está completo, pero se pueden apreciar acusaciones muy fuertes hacia las jerarquías eclesiásticas. Si consideramos que la redacción original de este evangelio data del siglo II, no podemos por menos que asombrarnos ante la increíble perspicacia de quien lo compuso. Y, a dar crédito al escrito, fue el mismo Jesús a pronunciar tales palabras.


Pero esta no es sino la consecuencia de lo que ya hemos mostrado antes: las enseñanzas que Jesús ofreció a las multitudes no estaban completas, sino que se limitaban a conceptos elementales, básicos, adecuados al pobre entendimiento que podían tener sus oyentes. Y edificar una iglesia sobre la falta de comprensión no puede llevar más que a crímenes y errores.


De este pasaje se puede extraer la conclusión de que si el Evangelio de Judas pertenece a los cainitas, lo que se dice de ellos no es cierto, porque los crímenes descritos en él son considerados crímenes también según la Ley de Moisés y no se muestra ninguna voluntad de presentarlos de una forma positiva. Lo que sucede es que tales crímenes son atribuidos por este Evangelio a los que se considerarán a si mismos seguidores de Jesús, es decir, a los que siempre han pretendido ser cristianos, sin serlo de verdad. Y por tales falsos cristianos no había mejor modo de enfrentar esas acusaciones que el de calumniar a los que las pronunciaban de forma tan clara y dura, es decir a los gnósticos.


Sobre el papel del Iscariote encontramos este pasaje: «Jesús le contestó y dijo: Tú te convertirás en el decimotercero, y serás maldecido por otras generaciones – y tú llegarás a gobernar sobre ellos. En los últimos días maldecirán tu ascendencia a la (generación) sagrada».


Al final del texto, que es muy breve, Jesús dice a Judas: «Pero tú excederás a todos ellos, porque sacrificarás al hombre que me reviste». Esta es una visión típica de los antiguos gnósticos, que consideraban el cuerpo como una cárcel en la que el Alma se encuentra prisionera.


Las últimas palabras de este evangelio tan inusual rezan así: «Se acercaron a Judas y le dijeron: ¿Qué estás haciendo aquí? Tú eres un discípulo de Jesús. Judas les respondió como ellos querían. Y recibió algo de dinero y se lo entregó».


En definitiva, podemos concluir que quienes escribieron estos evangelios heréticos y, por ende, apócrifos (‘escondidos’) tenían una comprensión diferente de las enseñanzas de Jesús, una visión más adelantada, del mismo modo que Jesús era muy adelantado con respeto a sus contemporáneos los esenios. Y como dice el Cristo Jesús, quien conoce al Padre y a la Madre será llamado hijo de prostituta; así también los que han conocido más profundamente su mensaje fueron acusados de horribles y peligrosísimos personajes que desviaban las almas y merecían ser malditos y hasta perseguidos, como siempre ha ocurrido a todos los gnósticos desde la llegada de Jesús hasta hoy en día.