Cualquiera con un poco de sentido común que analice las enseñanzas gnósticas descubrirá en ellas un conocimiento enormemente amplio que tiene como objetivo esencial ayudar, a aquel que lo desee, a conocerse a sí mismo y a la par ir descubriendo todos los arcanos de la sabiduría universal.
¿Atenta contra la moral y las buenas costumbres querer conocerse a uno mismo? ¿Es un delito acaso intentar comprender los misterios que nos rodean? ¿Qué tiene de hereje saber de dónde venimos y para dónde vamos?
Ciertamente la Gnosis de todos los tiempos busca conocer la razón de ser de la existencia despertando en el ser humano facultades que están latentes en su interior. Pero no es nuestra intención ahora convencer a nadie de lo trascendental de este conocimiento y tampoco invitarlo a entrar en él. La puerta de la gnosis está abierta para aquel que desee adentrarse en el templo del conocimiento eterno. Y en la grandeza de la libertad de la que goza cada ser humano está el elegir si le interesa o no.
Centraremos este análisis en las críticas que algunos sectores hacen a la Gnosis por el comportamiento de algunos gnósticos, o mejor dicho, por parte de aquellos que estudian la gnosis, pues lo primero que queremos dejar claro es que hay que saber diferenciar al gnóstico verdadero del que solo lo parece. Y he ahí el primer y más grave error de los críticos: no saber diferenciar una cosa de la otra: al gnóstico real del que solo en apariencia lo es.
No podemos calificar como médico a aquel que todavía está en la universidad estudiando medicina, sino a aquel que ya ejerce esa profesión y que además la ejerce bien. Lo mismo pasa en la Gnosis: realmente solo puede ser considerado gnóstico aquel que vive de acuerdo a los principios gnósticos, no aquel que los estudia incipientemente pero no los aplica en su vida. No podemos caer en el error simplista de juzgar la Gnosis por el comportamiento de algunos “gnósticos” (los pondremos en comillas para diferenciarlos de los gnósticos reales). Hay que saber separar siempre al estudiante de lo estudiado. |
Después del paso por la universidad saldrán buenos y malos profesionales, indistintamente que todos ellos hayan estudiado lo mismo. Y ninguno de los malos profesionales que salgan tendrá el descaro de decir que lo son por culpa de lo que han estudiado. Sería manifiestamente absurdo. Si un doctor, por ejemplo, se aprovecha de sus pacientes quitándoles un riñón para venderlo en el mercado negro, no será porque se le enseñó eso en la universidad, si actúa de esa forma es porque él utilizó los conocimientos que adquirió para su provecho particular, sin importarle para nada el bienestar de sus pacientes. Se habrá convertido en un monstruo no por lo aprendido sino por cómo utilizó lo que aprendió.
Normalmente no confiaremos nuestro coche a cualquier profesional que ponga una placa en su puerta diciendo “mecánico”. Siempre buscaremos a uno recomendado por otros que den testimonio que realmente es bueno, que realmente arregla el coche sin robarte y sin cambiarte piezas para engañarte (cosas que pasan a diario en este mundo en que vivimos). Sin embargo, nadie en su sano juicio haría de la mecánica una herejía o una profesión diabólica por el hecho de que existan mecánicos sin escrúpulos.
Podríamos citar miles y millones de ejemplos en el campo profesional y también en el entorno familiar. ¿Cuántos casos hay de buenos padres que enseñan a sus propios hijos una buena conducta, y estos hacen y deshacen caprichosamente a su antojo lo que han aprendido?
Debe comprenderse bien que no se puede meter el gran conocimiento de la Gnosis en un saco junto con todos sus alumnos, los “gnósticos” para juzgarlos por igual. En las escuelas gnósticas, al igual que en otros campos de la vida, cada quien interpreta el conocimiento que se le da de acuerdo a lo que lleva dentro. Hay unos que lo utilizan sabiamente para cambiar y ser mejores, hay otros que lo utilizan simplemente para adquirir más conocimientos intelectuales, o para su provecho personal.
La tendencia del ser humano es vivir en la inercia y dejarse llevar por lo fácil: los vicios en todas sus manifestaciones, los deseos de auto complacernos, la satisfacción hedónica de nuestras ilusiones… Solo pocos son fuertes para luchar contra la inercia y nadar contra la corriente. En esta humanidad estamos todos llenos de egoísmo, amor propio, orgullo, pereza, ira y un sinfín de elementos densos que desembocan en actitudes equivocadas, y luchar contra todo eso, como propone la Gnosis, no es fácil. Muchos son los que entran en una escuela gnóstica y, si no aplican en su vida los postulados de esa enseñanza, podrán pasarse un montón de años creyéndose “gnósticos” y seguir siendo los mismos que cuando entraron.
Realmente una persona llena de sí misma que no quiera cambiar no puede jamás vivir a fondo y de forma real un conocimiento tan serio y profundo como lo es la Gnosis. Solo alguien que se proponga realmente disolver de sí mismo todos esos elementos inhumanos que conforman su inconciencia, es decir, que se “niegue a sí misma” como pedía el Redentor del Mundo, en sus vicios y pasiones, en su egoísmo y mezquindad, podrá extraer de la Gnosis todo su potencial. Pero realmente eso es una tarea ardua que cuesta mucho esfuerzo y disciplina, no podemos negarlo, por eso son pocos los verdaderos gnósticos que salen de las distintas escuelas que así se denominan.
Aunque esto no debe extrañarnos pues no es distinto en la vida: cualquier buen profesional, para ser realmente bueno y reconocido, tiene que poner mucho de sí mismo, esforzarse siempre, estudiar, investigar, sacrificar sus momentos de ocio, y una vez formado seguir estudiando y actualizando sus conocimientos; por eso los buenos profesionales, aquellos que tienen verdadera vocación y aman su trabajo, escasean. En las escuelas gnósticas esos buenos profesionales son aquellos que han llevado realmente en serio los conocimientos que enseña la Gnosis desde el mismo instante en que los adquirieron, los que los aplicaron y se esforzaron día a día por vivirlos, los que lucharon por eliminar todo aquello que les “sobraba” y los que lucharon también por adquirir todo aquello que les “faltaba”. Esos “buenos profesionales” en la Gnosis son los que merecen ser llamados gnósticos. Así que no confundamos jamás la Gnosis con los “gnósticos” que dicen serlo en muchas partes. |
No está demás citar lo que ocurre en la misma política. ¿Cuántos políticos con vocación de servir hemos conocido? Vendría bien al lector leer la obra Político del sabio Platón (último de un conjunto de cuatro diálogos del gran filósofo). De acuerdo con John M. Cooper el objetivo de esta obra no es otro que el de explicar que el mando o poder político necesita de un tipo especializado de conocimiento. El diálogo muestra que el verdadero político debía de poseer un conocimiento o gnosis para gobernar correcta y justamente, y al mismo tiempo poder representar los mejores intereses de sus ciudadanos. La obra es un crítica a aquellos quienes gobiernan actualmente, que dan la apariencia de poseer este conocimiento pero que en realidad son sólo sofistas o imitadores (un sofista es aquel que no conoce la forma correcta de hacer las cosas, pero que aparenta ante los demás que sí).
¿Podría alguien hoy en día acusar a la política de ser una ciencia obscura y pervertida? ¿Alguien lapidaría la política acusándola de saquear a los pobres para enriquecer a los ricos? ¿O más bien apuntaríamos a los malos políticos como los causantes de esos males?
Entonces, una vez más preguntamos: ¿Por qué juzgamos a la Gnosis por las actitudes de los “gnósticos”? ¿Es tan difícil comprender que gnóstico real solo es aquel que vive en verdad la Gnosis, y que los demás son simples aspirantes, nada más?
Para aquellos que por un motivo u otro no se han adentrado en el conocimiento gnóstico les diremos que la esencia de estos estudios consiste en aprender a ser un buen ciudadano. Eso es ser gnóstico. Y ser un buen ciudadano significa ser una persona recta y decente en todos los campos de la vida: ser un buen hijo, buen hermano, buen padre, buena madre, buen alumno, buen vecino, buen trabajador, buen jefe… Obviamente que para llegar a ser todo eso se necesita ser ante todo respetuoso con los demás y severo consigo mismo (severo con el egoísmo, con la maledicencia, con la falsedad, con la ironía, con el narcicismo, con la codicia… y en general con todo el conglomerado de perversidad que llevamos dentro) para así comprender mejor el punto de vista ajeno y poder convivir de forma harmoniosa con los demás.
Si vemos una actitud mediocre en un estudiante de la gnosis comprendamos que no es un gnóstico quien las lleva a cabo, sino una persona vulgar a la que le gusta la Gnosis pero que no la practica, una persona a la que la Gnosis le queda muy grande. “Por sus frutos los conoceréis”.
Parece sencillo ser un buen ciudadano, no es que sea complicado, no, realmente es algo sencillo, pero eso no quiere decir que sea fácil aplicarlo en la vida, y no es fácil simplemente porque tenemos muy petrificados los conceptos sobre nosotros mismos y en general sobre todo lo que nos rodea, y además siempre se nos educó para satisfacer nuestros deseos y ambiciones. La Gnosis, como legítima escuela de regeneración, enseña de forma didáctica cómo cambiar, pero cada quien debe realizar en última síntesis ese cambio mediante enormes esfuerzos conscientes y grandes disciplinas.
Y añadimos para finalizar: cuando afirmamos que hay “gnósticos” dando mal ejemplo por aquí y acullá, no significa que un día esas personas puedan llegar a comprender la trascendencia de lo que estudian, se tomen en serio esas enseñanzas y vayan cuajando dentro de sí todo lo que enseña la Gnosis. El que hoy en la escuela es un mal estudiante puede que mañana se dé cuenta de su error por algún choque que le dé la vida y decida tomarse en serio sus estudios y convertirse en un buen profesional. Nunca es tarde para rectificar, jamás. Lo importante es rectificar. Con justa razón se nos dijo: “Equivocarse es de humanos, pero permanecer en el error es de necios”. |