La sexualidad es algo inherente al hombre y a la mujer, y forma parte de un todo integral que abarca todos los ámbitos de su vida. El ser humano mismo es el resultado de un acto sexual. Desde los tiempos más antiguos de la humanidad, y en el origen de todas las grandes religiones del mundo, se consideró la sexualidad como algo sagrado porque permitía al hombre y a la mujer mediante su unión sexual crear como Dioses pudiendo generar a un nuevo ser humano.


Siempre en las grandes religiones como el Judaísmo, Jainismo, Budismo, Sijismo, Islamismo y Cristianismo primitivos se dio una gran importancia a la sexualidad sagrada o sexualidad espiritual, y este tipo de sexualidad refinada o espiritual estaba por consiguiente sujeta a códigos de moral y de ética muy exigentes como, por ejemplo, que sólo podía practicarse entre esposo y esposa en hogares legítimamente constituidos, y donde por consiguiente estaba prohibido el adulterio, la pedofilia, la violación aun dentro del matrimonio, y otras parafilias y conductas sexuales que conllevasen el sufrimiento a otras personas o a uno mismo.


Este es el tipo de sexualidad sagrada y atemporal reservada a una élite de personas preocupadas por elevar su nivel de Ser (su nivel ético) y por desarrollar los niveles espirituales de su alma, es el que divulga el Gnosticismo de todos los tiempos, tanto el primitivo como el contemporáneo que ha develado en el siglo XX el V.M. Samael Aun Weor.


Lo que persigue la sexualidad sagrada es la sabia utilización de las diferentes energías que tiene el ser humano, es decir, la energía física, la energía de la emoción o de los sentimientos, la energía magnética que intercambian el

hombre y la mujer durante el trace amoroso, junto con otros tipos de energías que se derivan de la excitación del sistema hormonal y otras más sutiles relacionadas con la anatomía oculta de ser humano, para elevarlo a un nivel de conciencia y desarrollo interior tan exaltado que permita alcanzar a un hombre o mujer eso que se conoce como la Plenitud, la Omnisciencia, la Felicidad y la Sabiduría.


La sexualidad sagrada está ligada por tanto a la ética, la honradez, la sencillez, el amor, la fe, la oración y la  conciencia, y busca el desarrollo armonioso de virtudes como la paciencia, el equilibrio, la dulzura, la alegría por el bien ajeno, la castidad bien entendida, etc. 





En definitiva virtudes ligadas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, es decir, el recto pensar, recto sentir y recto actuar en todos los órdenes de la vida.


Son muchos los liberados de todas las culturas los que han llegado a la iluminación mediante la práctica de este tipo de sexualidad mística. Los que fracasan en este tipo de sexualidad tántrica espiritual son los que se olvidan por completo del desarrollo de las virtudes antes mencionadas, y se dedican exclusivamente al disfrute del placer sexual y a la extensión en el tiempo de su coito.


Paralelamente a este tipo de sexualidad superior discurren otros dos tipos de sexualidades: la sexualidad normal que tiene su fundamento en el goce sexual y en la reproducción de la especie, y la infrasexualidad en la que se desarrollan instintos sexuales que van pervirtiendo al ser humano y lo arrastran a prácticas abominables como la pedofilia, la necrofilia, el masoquismo, el homosexualismo, el lesbianismo, etc.


El Gnosticismo, como conocimiento universal, está en el origen de las grandes culturas, y desde los tiempos más remotos de la humanidad ha buscado religar al hombre con lo divino. La sexualidad sagrada (la alquimia de los gnósticos medievales) ha sido el punto de conexión donde lo divino quiere manifestarse en lo humano y lo humano quiere hacerse divino…