Por: Jesús Izuel Alonso [AGEAC]

Una antigua leyenda hindú cuenta que, cuando las gentes decidieron abandonar los bosques para vivir agrupadas, los dioses hicieron una reunión de emergencia para afrontar el problema. Parece que la alarma tenía sentido.


Hoy los campos verdes y las gentes sencillas quedaron atrás. La convivencia con el viento, con el sol, con las lluvias; la paz del corazón y el regocijo de la hoguera por la noche; todos juntos, en grupo, como las grandes y verdaderas familias que se adoran mutuamente sintiendo que tú eres una parte de mí y yo una parte de ti y juntos estamos en el todo; suena a utopía. La pureza de los sentimientos como la profunda convicción de que la solidaridad solo es un valor cuando se expresa sin saber que lo que hacemos es solidario o deja de serlo, sino que es el resultado de un acto puro y sencillo inspirado por el corazón; el sentimiento íntimo y profundo de que la única felicidad es la paz profunda y que la mayor de las sabidurías se expresa cuando amamos; todas las grandes verdades quedaron atrás.


Hoy llenamos las bodegas de nuestras entrañas con Lady Gagas y héroes del fútbol, y substituimos los paisajes y los animales por paredes grises de hormigón y grafitis.


Hemos convertido el mundo en un escenario tragicómico donde la gente vive la comedia sin apercibirse de la tragedia que late tras el absurdo diario.


Los ingleses llaman «rat race» al gran teatro de la vida occidental, carrera de ratas en la que cada quien sale en la mañana de su ratonera; 70 metros cuadrados comprados a mil veces el precio por el que nuestros abuelos tenían una vivienda digna, con granero, animales y huerto incluidos; camina el espacio hasta el metro, autobús o tren que le llevará al mismo vagón a la misma hora; leerá los titulares casi idénticos día a día; comentará, con enorme habilidad dialéctica y haciendo muestra de gran personalidad e inteligencia, cómo el ganador de Gran Hermano debería haber sido fulanito, cómo el personaje de moda es así o asá…, o, en el máximo esfuerzo filosófico, analizará la política diaria; y finalmente, creyéndose libre, no es capaz de salir de entre los árboles de su vida para darse cuenta del bosque en el que habita; el absurdo mecánico y repetitivo que le llevará un día a la fosa sin haberse dado cuenta de quién era o por qué vivió ni para qué existía; es más, ni siquiera por un segundo pensó en hacerse ninguna de estas preguntas.


Nadie ha descrito la «rat race» mejor que el Dalai Lama, cuando dijo que los occidentales vivimos como si nunca fuéramos a morir para después morir como si nunca hubiéramos vivido.

Hoy, como bien dijo el V.M. Samael Aun Weor, todos somos víctimas de la enfermedad del mali-mali, más conocido como latah; sin embargo nunca nos daríamos cuenta de cómo repetimos, copiamos las actitudes de nuestro entorno; nos ponemos tatuajes como el actor de moda y nos dejamos famélicas hasta la enfermedad para seguir a la modelo de turno; héroes y heroínas del todo a cien que desaparecen como flores de un día para dejar el hueco al siguiente “top star”; actores del esperpento colectivo que nos hunde en el mimetismo hasta agujerearnos los labios, los pómulos y otras partes más secretas de nuestra anatomía solo por responder a la llamada de ser «popular», «cool», «guay» o cual sea el eufemismo tras el que escondamos nuestra propia iniquidad; actitudes masoquistas y autodestructivas tras las que late el vacío interior, el frío gélido que se ha apoderado de nuestros corazones vacíos; muros de nuestra imagen hacia los demás tras los que dejamos apagar el fuego de nuestro hogar, y alejados de nuestra propia esencialidad, de lo que “SOMOS” más allá del cómo “ESTAMOS”, perdemos esta oportunidad que llamamos «vida».


PARTE I: UNA SOCIEDAD LEVANTADA SOBRE PIES DE BARRO


HABLEMOS DE FÍSICA


Las universidades dejaron muy atrás los tiempos en que eran lugares de debate abierto, donde los científicos se daban cita para plantear opiniones, avances, descubrimientos, en la lucha de la ciencia por acercarse a eso que llamamos “REAL”. Hoy, en cambio, se adoctrina a los estudiantes diciéndoles lo que tienen que creer y, lo que es más grave, lo que tienen que rechazar; sin permitirles saber la gran verdad de que «imposible solo es aquello que todavía nadie ha hecho».


La ciencia materialista todavía no ha descubierto la materia. Irónico, absurdo. Lo que parecía denso (la materia) pasó a ser una nube que daba cita a supuestas bolitas que giraban en torno a un núcleo de otras bolitas con valores eléctricos negativos, positivos y neutros; descubriendo entonces que esas supuestas bolitas solo llenaban el 1% del espacio del átomo, quedando el 99% restante vacío.


Posteriormente esas partículas se descompusieron en otras inferiores a las que se denominó quarks, demostrando entonces que de nuevo el 99% del espacio que ocupaban los electrones, protones y neutrones estaba hueco. Así pues, en estos días se ha demostrado que 9.999 de cada 10.000 partes de materia están desaparecidas. Y podríamos seguir.


Newton emitió los 3 principios de la física, que Einstein desarrolló exitosamente en su Teoría de la Relatividad General; dando una buena aproximación al comportamiento de los cuerpos celestes en base a la fuerza gravitatoria. Fue este último gran científico quien explicó que existe una Cuarta Dimensión que es el Tiempo, así como que la masa y la velocidad de un cuerpo doblan esa malla o estructura espacio-temporal.


Pongamos un ejemplo. Supongamos que estamos parados en nuestro coche y al lado hay otro coche. Supongamos que salimos hacia adelante a la mitad de la velocidad de la luz. Supongamos ahora que el otro coche, que está parado en el mismo punto de partida, enciende las luces. Esa luz nos alcanzará y, naturalmente, nos sobrepasará. Pero ¿a qué velocidad nos adelantará ese haz de luz? La lógica nos dice que a ½ de la velocidad de la luz, sin embargo la respuesta correcta es que nos adelantará a la misma velocidad de la luz. ¿Cómo es eso posible? Sencillamente porque nuestro coche, moviéndose a esa velocidad, es capaz de “frenar” el tiempo de modo que sea más lento. O lo que es lo mismo, estamos viviendo “otro estado de las cosas”. He ahí la Relatividad de las cosas, que nuestro intelecto no puede comprender.


También fue Einstein quien dijo que E=mc2. Si c es una constante (la velocidad de la luz), esta formulación es tanto como decir que masa y energía son la misma cosa pero en un estado diferente; podríamos decir que la masa es energía en un estado «más condensado». Luego lo comprenderemos mejor.


Todo esto respecto a la Fuerza de la Gravedad y el comportamiento de los grandes cuerpos, pero ¿qué pasa con lo pequeño, con los átomos y las partículas que conforman la materia? En este terreno apareció la Física Cuántica, que nos habló de esas partículas como una especie de “leyes” cuyo comportamiento funciona como la probabilidad de que existan o no en uno u otro lugar del espacio-tiempo.


Sin embargo una teoría explica el funcionamiento de los grandes cuerpos celestes y la otra explica el funcionamiento de lo infinitamente pequeño. ¿Cómo puede ser que un cuerpo se comporte de una manera u otra dependiendo de su masa? No tiene sentido. Algo falla.


Pues bien, los científicos llevan tiempo buscando la Teoría que unifique la física, y para ello apareció en el siglo XX la Teoría de Cuerdas, que se presenta como Teoría del Todo, es decir, viene a cubrir el espacio entre ambas (Relatividad y Física Cuántica) para ser la Unificación que los científicos buscan desde hace tantos años.


Y esa Teoría de Cuerdas viene a decirnos lo siguiente:


  • Todo está hecho por cuerdas, pequeños hilitos vibrantes sin masa.

  • La vibración (sonido) de las cuerdas define las características de un elemento, desde su color hasta su masa…

  • Todas las fuerzas son cuerdas. Por ejemplo la gravedad sería la interacción entre los cuerpos y los Gravitones, partículas que arrastran a las masas hacia el centro de gravedad que les corresponde, por pura afinidad vibratoria. Los cuerpos que, debido a sus características atómicas, interaccionan más con los Gravitones son arrastrados con más fuerza, dando lugar a un peso mayor.

  • Vivimos en un universo de 12 dimensiones que coexisten aquí y ahora.


Como resultado podemos concluir: todo es vibración, todo es energía y, por lo tanto, vivimos en una GRAN SINFONÍA CÓSMICA, donde los fenómenos son solo la manifestación de interacciones vibratorias que nuestros sentidos recogen y generan una imagen (visual, acústica…) determinada en nuestra mente que denominamos impresión.


Esta manifestación no es nada disparatado. Baste recordar que, por ejemplo, las imágenes que vemos con nuestros ojos son meros impulsos energéticos (vibraciones) que estimulan la retina de nuestros ojos; esta los convierte en impulsos nerviosos que van a la parte trasera de nuestro cerebro; y allí, en la más profunda oscuridad, nuestro cerebro crea una imagen. ¿Dónde quedó el objeto, dónde quedó eso que podríamos llamar noumeno? ¿Qué es, pues, lo que nosotros sabemos de “la cosa en sí”?


HABLEMOS DE MEDICINA

Se nos ha dicho que son las neuronas de nuestro cerebro las que guardan todo lo que sabemos. Sobre esta base, Karl H. Pribran decidió estudiar cómo las neuronas podían albergar esa información. Como resultado dedujo que todo lo que sabemos se almacena en «ruedas energéticas» que se mueven en torno al cerebro.


En una palabra, nuestra memoria es energía que se mueve en torno a su hilo conductor que es el cerebro. Para entenderlo mejor, nuestro cerebro es como una tarjeta de memoria de nuestro ordenador. Mientras está enchufada conduce la información, pero cuando la desenchufamos solo es un trozo de metal vacío.


Fue entonces cuando se separó la memoria del cerebro y se demostró que nuestro mundo psicológico es algo que nuestro cuerpo conduce, pero que no necesita dicho cuerpo para existir.


Más aún, en la universidad de Heartmath, en California, decidieron entonces hacer los mismos experimentos pero esta vez con el corazón. Los resultados fueron sorprendentes. Descubrieron que este órgano mueve unos campos electromagnéticos todavía más fuertes y complejos que el propio cerebro, infiriendo de ello que el corazón tiene su propia «sabiduría» y responde a una lógica distinta que le es propia.


Con razón, cuando un enamorado grababa en un árbol una inscripción de amor, siempre puso «fulanito-corazón- menganita», nunca puso «fulanito-cerebro-menganita».


EL ORIGEN DEL UNIVERSO


Asomándonos a las explicaciones «científicas» del origen del universo, los «científicos» nos han llevado a la conclusión de que la materia estaba condensada en un punto y estalló dando lugar al infinito en que vivimos.


El primer análisis de esta afirmación plantea algo muy obvio: si la materia estaba condensada en un punto, entonces todavía era más densa que la materia que hoy conocemos, es decir, por decirlo de algún modo, «todavía era más materia».


Si hemos visto que energía y materia son la misma cosa en un estado vibratorio distinto, esa «bola» que dio origen al supuesto «Big Bang» era más densa que la materia que hoy conocemos; de modo que ¿de dónde salió esa «bola» super-hiper-mega-densísima que estalló?


Un segundo análisis de la cuestión nos llevaría a pensar que jamás alguien puede ser hijo de sí mismo. Decir que la materia estalló para formar la materia es un sinsentido y no soporta el menor análisis científico ni lógico.


Por todo lo visto, es mucho más cuerdo expresar que el origen de la materia es, precisamente, la energía, o lo que es lo mismo, podemos decir que la energía es un estado más sutil (frecuencia más elevada) de la materia, y esta es hija de la energía, pues aparece al densificarse (bajar de frecuencia) la energía que la sustenta y le da todas sus características (color, masa…).


Esta manifestación, además de ser más lógica, queda perfectamente sustentada por la Teoría de Cuerdas de la que ya hemos hablado.


Llegados a este punto, comprobamos que la física, a través de la Teoría de Cuerdas, nos dice que vivimos en una ilusión formada por las impresiones que reciben nuestros sentidos, sobre una materia hueca que es solo la manifestación de unas características (color, masa, textura, tamaño, distancia…); y nosotros nos identificamos inmediatamente con esa realidad ilusoria, engaño en el que caemos y que es agravado en los colegios y las universidades donde se adoctrina y programa nuestras mentes sobre principios que, como vemos, carecen de sustentación y resultan dogmáticos.


Pero ¿dónde queda entonces la realidad? Sencillo: la mente es la pantalla sobre la cual se proyectan todos los fenómenos de los que estamos hablando.


LA MENTE


Platón expuso en su Mito de la Caverna de un modo muy claro qué es la mente. Nosotros aludimos a ese mismo Mito de la Caverna, pidiéndole permiso a Platón para actualizarlo.


Supongamos que estamos en un cine. Las luces están apagadas y la sala en silencio. Supongamos que no recordamos nada anterior a esa sala de cine. Miramos la pantalla e inmediatamente entendemos que esa es la realidad, no existe otra verdad que eso que estamos viendo y viviendo.


Supongamos ahora que, de pronto, se encienden las luces. ¿Qué estaríamos mirando? ¡Una pantalla blanca y lisa! ¿Dónde está la realidad? Justamente a nuestra espalda, en el fondo de la sala, en un rollo de película.


Eso es nuestra mente: una pantalla donde se proyectan las escenas de nuestra vida.


Y ¿qué es nuestra vida? Nuestra vida entera está contenida en un rollo, una película grabada con los personajes, escenas, amores, traiciones, envidias, sacrificios y todo el largo etcétera de sabores y sinsabores, el guión completo de nuestra historia contenido en un rollo.


Para descubrir esa verdad necesitamos darnos cuenta de que no tiene sentido entender la realidad como la proyección de la misma. Comprender que la materia es resultado de la densificación de la energía es tanto como comprender que cada acontecimiento de nuestra vida tiene un sentido.


Y eso es el tiempo, ese rollo recogido sobre sí mismo; una dimensión o estado de las cosas donde el ayer y el mañana se reúnen en un eterno «ahora»; allí donde está escrito el guión completo de la existencia de todas las cosas.


¿Y la vida? La vida es exactamente la proyección de ese guión, de todo eso que somos, en el escenario de la existencia, es decir, en la mente.


¿Cuál es entonces el sentido de la existencia? Modificar ese guión. Lógicamente jamás podríamos modificar el guión de nuestra existencia, es decir, todas las escenas de ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula, amores, deseos, entregas, sacrificios, etc., etc., etc.; si no proyectáramos la película.


Con una particularidad: al proyectarla contamos con la Ley del Libre Albedrío, es decir, somos libres de modificar ese guión. Al modificarlo hacia mejor, vamos eliminando tantas escenas, tantos actores, tantas leyes como nos atan y nos obligan a repetir una y otra vez el escenario de la existencia, y nos vamos liberando poco a poco de eso que podemos llamar «la pena de vivir».


Por el contrario, si nos entregamos a los vicios y a las pasiones, a las escenas de ira, Egos pendencieros, lujuriosos, etc., nos atamos cada vez más a la existencia, firmamos más y más letras kármicas que nos llevarán a repetir el ciclo de nuestra vida pero con escenas cada vez más densas, inferiores, enterrándonos cada vez más en el escenario de la materia.


Entendemos ahora científica y prácticamente lo que quiso decir Immanuel Kant al afirmar “Lo exterior es reflejo de lo interior”.


Y entendemos ahora también por qué todas las antiguas tradiciones comprendieron el tiempo de un modo cíclico, redondo, repetitivo.


Llegados a este punto cabe plantearnos: observando un universo tan magnífico como este que nos rodea, en el que cada constante (número Pi, Número de Avogadro, aceleración gravitatoria, constante de Planck, etc.) está ajustada de un modo tan exacto que la más mínima variación haría que el universo colapsara o se disgregara; donde los planetas se mueven de un modo tan increíblemente perfecto y precioso, en la gran danza cósmica de giros, rotaciones, traslaciones…; formando ciclos y más ciclos cada uno milimétricamente encajado en un ciclo superior…; ¿cómo podemos pensar que nuestra vida es azar, casualidad, nada…?


LA «CIENCIA» DEL AZAR


En el pasado, las gentes, ignorantes e impotentes ante los acontecimientos de sus vidas y de sus entornos, ponían en manos del Divino el porqué y el para qué de cuanto les acontecía; llevando a las Iglesias corruptas a aprovecharse de ese hecho para imponer sus intereses camuflados como supuestas doctrinas, camino único hacia la felicidad, hacia Dios, etc.


Las pobres gentes, impotentes, solo pudieron ceder al chantaje sucio y malintencionado de aquellos que pretendieron ser administradores del Cielo y del Infierno.


Siempre la corrupción política y religiosa ha marcado la pauta de las sociedades, y hoy la «ciencia» se suma a esa lucha por hacerse acreedora de la «Verdad» absoluta y única, condenando a los críticos al ostracismo, al escarnio público, a la ridiculización y al sambenito eterno; en ese mercadeo por obtener la credulidad de las almas, como empresas que compiten por mejores cuotas de negocio.


Se ríen los dizque «sabios» de aquellos que buscaron en una inteligencia creadora el origen de la existencia, la explicación lógica a las sempiternas cuestiones: “¿quién soy?, ¿por qué existo?, ¿qué era antes de nacer?, ¿a dónde iré cuando muera?”, etc., etc., etc.


Hoy, en cambio, esta ciencia «superior» materialista se ríe de las eternas preguntas que a lo largo de la historia han dignificado al hombre y lo han diferenciado del resto de las bestias.


Pero, curiosamente, esta «ciencia» aspirante a ser la encarnación de la «Verdad Absoluta» ha eliminado a esa inteligencia que ha creado y ordenado cuanto existe y la ha sustituido por el puro azar.


Y en ese acto creen ellos haber dado un paso adelante hacia la verdad. Impresentable. Indigno. Falsedad malintencionada.


¿Acaso puede considerarse más probable que la Creación, esta inigualable Gran Sinfonía Cósmica, esta suma de Leyes y circunstancias tan increíblemente infinita y perfecta que conforman el Gran Escenario Cósmico, sea más fácilmente explicable por el puro azar que por la existencia de un “Director de Orquesta”?


Recordando las palabras del Maestro Samael, ¿podría acaso existir una mecánica sin mecánicos?

Obviamente la respuesta es ¡no!, ¡no! y mil veces ¡no!


Pretender explicar la Creación por el azar es tanto como sustituir la inteligencia creadora por el absurdo. Científicamente impresentable. Matemáticamente imposible.


La sustitución de Dios como inteligencia creadora, por el azar es un terrible paso atrás que la humanidad dio en base a una malintencionada y absurda Teoría de la Evolución.


LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN


En el siglo XV los científicos afirmaban que la Tierra era plana. Para sostenerla dilucidaron que debía apoyarse en cuatro elefantes gigantes, que a su vez se hallaban sobre una gran tortuga.


Según esa teoría «científica», si alguien llegaba al «fin del mundo» caería hasta los pies de los elefantes. Si sobreviviera sería pisoteado por ellos y, si lograra escapar, la tortuga lo devoraría.


Corría el siglo XIX cuando Charles Darwin enunció la teoría de la Evolución de las Especies en su libro El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas preferidas en la lucha por la vida.


En aquel tiempo se dieron cita una serie de «grandes hombres» (y remarco las comillas) que desarrollaron esta teoría, que avanzó paralelamente a la Eugenesia (el mismo hijo de Charles Darwin fue presidente de la Sociedad Eugenésica) y de todo tipo de teorías destinadas a un único fin: declarar que el hombre blanco es superior a todas las demás criaturas, y que la élite británica de aquellos tiempos era superior al resto de los hombres blancos, por cuanto eran la culminación de esa supuesta evolución.


Entre otras joyas cabe destacar del mencionado libro que el hombre negro es el eslabón entre el gorila y el hombre blanco, y que la mujer está menos evolucionada al poseer comportamientos de imitación próximos a los animales.

Por su parte, la mencionada Eugenesia ha llevado al asesinato y a la esterilización de miles de hombres y mujeres de clases pobres, al defender que las clases acomodadas lo son por derecho «evolutivo», y es, por lo tanto, de derecho natural que esas clases altas controlen a las más pobres y, consecuentemente, menos evolucionadas.


En este orden de cosas, cabe destacar que los científicos y profesores más fervientemente darwinistas jamás han leído a Darwin, y se limitan (como es habitual en las «universidades» de nuestros tiempos) a recitar al pie de la letra lo que la ciencia oficializada ha decidido que es lo correcto.


Al hablar de «verdades oficializadas» nos referimos a todas esas teorías nunca demostradas que enseñamos a nuestros hijos en las escuelas como algo irrefutable, y que, más allá de esto, dejan fuera del mundo científico a quien ose contradecirlas; erigiendo muros exclusivos y xenófobos a los críticos que pretendan abrir puertas para que entre la luz en el mundo de la ciencia dogmática.


Si de verdad todas las formas de vida procedieran de una misma forma original, y esta hubiera evolucionado durante millones de años ramificándose y dando lugar a la multiplicidad biológica que hoy habita este planeta, es obvio que este proceso hubiera durado millones y millones de años, y como consecuencia el planeta estaría plagado de fósiles de intermedios entre todas las formas de vida que conocemos.


Pero más allá de esta afirmación, si el gorila (o el chimpancé, como más tarde se ha declarado por parte de la ciencia oficial) evolucionó en hombre; teniendo en cuenta que el chimpancé ha sobrevivido y que el hombre también, ¿por qué todos los infinitos intermedios desaparecieron? Y ¿dónde están sus restos?


Y ahora extendamos esta afirmación a todas las especies: si el original y el destino de una evolución cualquiera sobreviven, ¿dónde están todos los intermedios entre todas las especies que existen?

No tiene sentido.


En un segundo análisis, cabe decir que un estudio científico realizado en Italia durante los años 80 determinó que la probabilidad de que se cree un Aminoácido por puro azar era de 1/1023.


Escribámoslo para entender la cifra: 0,00000000000000000000001.

La siguiente pregunta es: ¿y con eso tenemos vida? Absolutamente ¡no!


Un aminoácido es solamente una molécula que conforma un gen. Para fomar un gen, necesitaríamos cientos de aminoácidos que se combinaran perfectamente, de modo que dieran lugar a una cadena de aminoácidos que formaran un gen válido, pues no cualquier combinación de aminoácidos generaría un gen adecuado. De modo que la probabilidad habría que ir multiplicándola tantos cientos de veces como aminoácidos se necesitan para formar un gen, y luego añadir la dificultad de que la combinación de estos fuera la precisa.


Así pues, el resultado es que, para escribir cabalmente la cifra que expresara la probabilidad de que se forme un gen por puro azar, necesitaríamos enciclopedias completas llenas de ceros.


Pero eso es solo un gen. Ahora necesitamos una cadena de genes, creados por casualidad, que de nuevo se combinen exactamente de la manera precisa para dar lugar a un cromosoma que, a su vez, sea válido para la vida.


Obviamente, la cifra que estamos barajando es tan ínfima, que ya no cabe hablar de que la formación de un cromosoma por casualidad sea improbable y tendríamos que afirmar que es imposible.


Pero sigamos; ya tenemos un cromosoma. Ahora necesitamos que se formen proteínas para dar lugar a la primera forma que podríamos denominar «vida» y que es el virus. Esas proteínas tienen que combinarse adecuadamente para que respondan a la información de los cromosomas, ¡por azar!: imposible.


Supongamos que sí que aparece por ahí una cadena de proteínas y se combina con ese cromosoma. Ya tenemos un virus. ¿Qué es lo que caracteriza a un virus?: ¡que no es capaz de reproducirse por sí mismo! Necesita una célula o una bacteria para reproducirse… Por eso durante mucho tiempo se consideró que el virus ni siquiera era un ser vivo.


Pues bien, esta teoría se la enseñamos a nuestros hijos en las escuelas como algo válido y demostrado.


Afortunadamente, científicos de la talla de Máximo Sandín, biólogo y profesor de Evolución Humana en la Universidad Autónoma de Madrid, dan la cara y ponen los puntos sobre las íes. A costa, claro está, de convertirse en el hazmerreír de sus «compañeros», siendo denostados y arriesgándose a perder sus propios empleos, se atreven a levantar la bandera de peligro y afirmar que «lo no puede ser no puede ser, y además es imposible».


La selección natural es algo obvio, innegable. ¿Quién puede dudar de que el más fuerte se impone en la naturaleza, para procrearse por delante de los más débiles, dando lugar a una selección genética?

Pero ¿cómo decir que un pez tenía muchas ganas de andar y, como consecuencia, se le desarrollaron patas y salió del agua? ¿Cuándo se ha visto una especie transformarse en otra? ¿Dónde están todos los intermedios?


El hombre siempre ha querido volar. ¿Alguien tiene en sus espaldas el atisbo de la aparición protuberante de unas futuras alas? Absurdo. Falso.


La corrupción se cuela calladamente en nuestras mentes como el agua por las rendijas del edificio desahuciado. Es difícil verla. Especialmente cuando desde niños nos han hecho comulgar con ruedas de molino.


Con razón dijo un sabio: «El mayor problema de la ciencia no es lo que desconoce, sino lo que cree que conoce pero es falso».


SOCIOLOGÍA


Son tiempos difíciles.


Entre pisaverdes y perdonavidas, la cabalidad y el sentido común se ven aprisionados en una civilización carente de fuego en la sangre.


Nos comemos la moda de «lo que se lleva» mansamente, mientras otros se benefician de nuestro beneplácito dócil y autodestructivo.


En estos tiempos la política ha pasado de ser el trato diplomático entre las personas, que persigue, en base a una ética y unos principios, un bien común; a ser una clase social carente de todo principio y, lo que es peor, de una finalidad. La ideología ha dado lugar a los intereses y el «trapacerismo».


Se han inventado unos conceptos como la «rentabilidad», «el estado del bienestar», un falso concepto de «libertad», una falsa «democracia», etc.; y los políticos se limitan a mantener ese estado de las cosas que les beneficia mientras engordan sus sueldos a la vez que congelan los de sus compañeros, los trabajadores públicos.


Hoy, mientras Allan Greenspan manifestó públicamente que las grandes culpables de la crisis eran las corporaciones bancarias por sus malas prácticas en pos de beneficios crecientes y rápidos, cuando el mismo Obama manifestó que haría devolver a dichas corporaciones todo cuanto habían robado, los gobiernos vacían las arcas públicas (es decir, el dinero del pueblo) para sanear esas cuentas perversas de los mismos ladrones que han robado a la gente; Robin Hood… pero al revés. Eso sí: todo por el bien común.


Y para sanear las cuentas se exige a los gobernantes de los países que desmonten la economía familiar de su gente y dinamiten los derechos del trabajador; pero nunca se les exige que minimicen sus propios gastos; no se les exige que disuelvan tantos estamentos oficiales que duplican y multiplican las competencias hasta convertir nuestro mundo en un maremagnun legaloide en el que nadie entiende nada; leyes que modifican leyes que modificaban otras leyes…; locura, sinsentido.


Y en esta vorágine en que cada semana 300 familias madrileñas son desahuciadas de sus casas y atraviesan las puertas de sus hogares para nunca volver, quedando estos en manos de las entidades bancarias y ¡¡manteniéndose, pese a perder esas pobres gentes el inmueble, la deuda con dicho banco!!; las gentes nos miramos unas a otras pensando «eso no me pasará a mí», y desahogamos nuestra impotencia en correos con PowerPoint autocompasivos y en movimientos 15M que no sirven para nada porque, en realidad, no saben lo que quieren.


Mientras los grandes planifican una guerra cuyos tambores ya atruenan el mundo entero, los medios de comunicación nos entretienen con visitas de presidentes a otros presidentes, recepciones diplomáticas de reyes a otros reyes y farándula ridícula de pseudoartistas cuyos cuadros no se sabe si han sido hechos por una persona o por un chimpancé.


Ya las canciones no hablan del amor de un hombre a una mujer a la que admira viendo en ella algo demasiado sublime y hermoso, algo demasiado dulce y excitante como para creerse merecedor de ella.


Ya las mujeres no se hacen valer ante los hombres; las cantantes tienen que pasar por el rasero de la desnudez pública para abrir las puertas hacia el gran público.


Alguien dijo una vez: «Si quieres corromper a una sociedad, corrompe a sus mujeres». La mujer es la tierra en la que se gesta la vida. Es el origen de toda creación. Si envenenamos la tierra, ¿qué planta puede salir?


¿Evolución? ¿Dónde está la Evolución? Como dijo el V.M. Samael, ¿alguien podría comprender una evolución infinita? ¿Cómo podría existir la evolución sin involución? ¿Cómo podría involucionar, corromperse, algo que antes no ha evolucionado? ¿En qué momento hemos pensado que nosotros no estamos afectados por los ciclos evolutivos e involutivos que conforman la Naturaleza?


¿Dónde están las personas? ¿Dónde estamos? Nos roban los derechos, la dignidad y hasta el dinero, y todos seguimos apoltronados haciendo «zapping» entre partido y partido de fútbol, y preocupados por dónde conseguir el último Ipod que hoy es una novedad pero el mes que viene quedará siendo una antigualla.