Por: Javier Casañ [Sociedad Gnóstica SAW]

A los queridos hermanos del camino gnóstico, con todo nuestro afecto.


Contaba apenas 24 años de edad cuando conocí la enseñanza gnóstica del V. M. Samael en mi pueblo natal. Antes de ello, mis anhelos espirituales me habían llevado a participar de forma superficial en diferentes escuelas de tipo esotérico en las cuales había encontrado algunas respuestas, pero no la razón de ser de mi existencia. Cuando, aquella tarde de inicios de 1989 entramos en aquel modesto apartamento y el instructor comenzó a hablar de la conciencia, del ego, de la personalidad y del trabajo que debíamos hacer en nosotros mismos, comprendí que mi vida había cambiado para siempre y que había encontrado lo que por tanto tiempo busqué: el sentido trascendente de la existencia. No fue una experiencia intelectual, ni quedé deslumbrado por el ambiente o la persona. Simplemente me enamoré de la gnosis, como un par de años antes me había enamorado de la persona que todavía hoy (después de 26 años) es mi esposa.


Muchas cosas maravillosas aprendimos en esa asociación gnóstica que cambiaron nuestras vidas a nivel individual, familiar y de pareja. La clave de la transmutación sexual nos abrió las puertas a la experiencia del amor puro, a sublimar la atracción erótica en experiencia mística, tal y como se ha experimentado a lo largo de los siglos en todas las escuelas de regeneración que en el mundo han existido. La técnica de la meditación y la didáctica de la disolución del ego produjeron transformaciones tan positivas en nuestras vidas que, como estudiantes recién iniciados en la gnosis universal, nos parecía increíble que estas cosas no se enseñaran en todas partes para que la humanidad pudiera encontrar finalmente el camino hacia la verdadera felicidad.


Poco sabíamos del M. Samael por entonces, ni siquiera habíamos oído hablar de él. El instructor lo mencionaba, pero a nosotros sólo nos interesaba la enseñanza, que estaba transformando nuestras vidas. Con el pasar del tiempo, y a través del estudio de su obra, comenzamos a valorar también su vida, que se convirtió en una fuente de inspiración para nosotros, por todo lo que fue capaz de sacrificar para mantenerse siempre fiel a sí mismo, es decir, a su propio Ser. Por las escuelas a las que habíamos pertenecido conocíamos los sacrificios realizados por los diferentes Maestros a lo largo de la historia para poder llevar adelante su propio proceso espiritual. Teníamos bien presente al Budha abandonando su palacio, su mujer y su hijo recién nacido para buscar la iluminación; las palabras de Jesús sobre su madre y sus hermanos (“mi madre y mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi padre”) y sobre las relaciones humanas en el evangelio (“que los muertos entierren a los muertos”, “no he venido a traer paz, sino guerra”, etc.); el momento en que el gran Ramana abandona a su familia ante el asombro de todos; las persecuciones a Mahoma y el asesinato de Alí; las peregrinaciones y sacrificios de Gurdjieff; la persecución a Madame Blavatsky; el asesinato de Al Hallah; los conflictos de Rumi con su propia escuela tras su encuentro con Shams de Tabriz; la escuela de Pitágoras destruida por aquellos que no consiguieron ser admitidos al círculo esotérico…


No conocíamos entonces la historia de la gnosis cristiana, y cómo ésta ha sido perseguida a lo largo de la historia por las diferentes “ortodoxias”, y todas con el objetivo de “salvar” a los pobres “incautos” como nosotros que han caído en las redes de estas personas de tan “mala voluntad”.


Así que, cuando conocimos los detalles de la vida del Maestro Samael, nos pareció natural que, para poder culminar la Gran Obra del Ser, se le pidieran grandes sacrificios, por los cuales sin duda podrá ser criticado, como en el pasado ha sucedido con los Maestros que le han precedido. No olvidemos que todos somos discípulos de un “delincuente” crucificado, y que, si a la máxima expresión de la luz la tratamos así en el pasado, qué podemos esperar nosotros, sus discípulos.


Con el tiempo comenzaron a llegar las primeras experiencias místicas fuera del cuerpo físico; las llamadas experiencias astrales, que nos han acompañado a lo largo de todos estos años dándonos motivación e instrucción precisa acerca de nosotros mismos y del camino espiritual de nuestro Ser.


Y, como era de esperar, un día decidimos dedicar nuestra existencia a la difusión de la enseñanza que ha dado sentido a nuestras vidas. Es decir, nos convertimos en misioneros gnósticos.


Así que, desde 1992 nos hemos dedicado a difundir la enseñanza gnóstica en diversos países de Europa y América. Con ella hemos viajado por el mundo dignificando nuestra vida y la de aquellos que nos han acompañado en este proyecto: muchas voces anónimas que no escriben cartas ni participan en foros de internet, y que sufren cuando ven que el proyecto gnóstico que tanto aman o su propio Maestro es atacado en forma totalmente injusta.


Bien es cierto que, desde el principio, sentimos que la enseñanza gnóstica es un conocimiento sublime en manos de una humanidad muy limitada, y de ahí los errores cometidos por los propios estudiantes de la gnosis, muchos de los cuales se han visto incapaces a lo largo del tiempo de ponerla en práctica de una manera armoniosa. Eso ha podido convertir a algunos de ellos en personas desencantadas, cosa que es perfectamente comprensible.


Por otra parte, es cierto que el M. Samael no ha inventado nada. Ya hace muchos años que escribimos el libro “Gnosis: Tradición y Revelación”, en donde comentábamos la tradición gnóstica y las numerosas influencias recibidas por el Maestro a lo largo de toda su trayectoria. Pero no está de más recordar que ningún Maestro ha inventado o descubierto un nuevo sistema que no se haya empleado ya a lo largo de la historia en las distintas escuelas de misterios que en el mundo han existido. Cada uno de ellos adapta el conocimiento universal al tiempo histórico que le ha tocado vivir, a través de la revelación íntima de su Ser que da el sentido y la característica peculiar a cada escuela. Así pues, la misión de Samael consiste en sintetizar, de la mucha información que existe, aquel conocimiento que puede permitir al ser humano desarrollar todas sus infinitas capacidades internas. Es decir, los Tres Factores de la Revolución de la Conciencia, como los llamamos en la Gnosis.


  1. Transmutación de la energía sexual para crear al hombre interior (nacer de nuevo).

  2. Disolución del ego (muerte mística).

  3. Sacrificio por la humanidad (compasión).


Es todo lo que se necesita saber para caminar en la Gran Obra del Ser. Animamos pues con este mensaje a todos los enamorados de la Gnosis y de la obra del M. Samael a dignificarla con su ejemplo de sacrificio y su actitud compasiva hacia todos. Y, como dice un antiguo texto de la tradición iniciática:


“Si comprendes la filosofía iniciática, la adversidad pasajera de este mundo no podrá abatirte. La ingratitud y maldad de los hombres no debe sorpren­derte. Olvida las injurias y ten piedad para el que las profiera. El sabio, refugiado en sus pensamientos, ya no siente sus penas, pues encontró la serenidad.”


Para todos nuestros hermanos, donde quiera que se encuentren: ¡Paz Inverencial!