Por: Imre Weiss [IAO]
Impulsado por el anhelo espiritual, busqué la Gnosis desde que fui un niño muy pequeño. Recuerdo que pedí permiso a mi madre y me dijo que sí, que podía ir a la iglesia más cercana a preguntar sobre Dios, ella era muy paciente conmigo. Me encontré con el cura, quien se sorprendió de ver a un niño de 7 años recién cumplidos buscarle personalmente. Me preguntó qué es lo que quería, y le dije que buscaba a Dios y que quería que me hablara de él, el cura sonrió naturalmente. Me hizo pasar a un lugar lleno de polvo, cristos rotos, estatuas fragmentadas, telarañas y muebles abandonados, era un ambiento bastante oscuro, tétrico para un niño. La verdad es que no me gustó nada el lugar. Al ver las imágenes de Cristo tiradas por el suelo, sentí un revoltijo emocional en mi estómago, muy desagradable, que hoy comprendo cabalmente como el símbolo vivo de una iglesia fracasada, cuyo Cristo está quebrado en pedazos...
El cura me pidió que me sentara, y cambiando extrañamente de actitud, como lo haría in alienado, comenzó a tocarme de forma disimulada, pero manifiestamente lujuriosa, mis pequeñas piernas. Le miré de forma muy fija a sus ojos, con mucha paz y con mucha verdad, como suelen hacerlo los niños, lo que le espantó… Se levantó y se alejó inmediatamente de mí, haciendo uso de su conciencia y retándose a sí mismo por sus pensamientos. El pobre cura cerraba sus puños y apretaba fuertemente las facciones de su rosto, convulsivamente, como luchando contra una fuerza invisible.
Luego se volvió a sentar con una sonrisa renovada y finalmente comenzó a hablarme de Dios, después del desafortunado preámbulo. Se le veía sinceramente arrepentido de su tropiezo. Le comprendí y perdoné de inmediato. En fin, se concentró e intentó enseñarme algo desde su triste púlpito de profunda ignorancia y ausencia absoluta de claves esotéricas para el despertar de la conciencia, desde su obligado celibato y represión sexual, lo que incontestablemente siempre termina degenerando a las personas..., los hechos así lo han demostrado hasta la saciedad, como mi propia experiencia lo acredita. Lo bueno es que jamás volvió a tener siquiera un atisbo de infra-sexualidad conmigo, su arrepentimiento fue grande.
Pero la verdad es que lo que me enseñaba era tan superficial, que después de un mes de visitarlo muy seguido, me sentí satisfecho y asimismo algo defraudado. Comprendí que ese no era mi camino porque era sumamente superficial, me retiré para no volver jamás. Recuerdo hoy con melancolía y profundo dolor la cara de aquel anciano de gruesas gafas entre la decrepitud de sus destrozadas estatuas, cruces polvorientas y cristos despedazados. ¡Qué distinta hubiera sido su suerte si hubiera conocido la Gnosis! ¡Hubiera estado casado, con una mujer a su lado con quien haberse amado y complementado como es natural por ley de vida, y hubiera también tenido la oportunidad de limpiarse de su propia degeneración sexual a través del poder del amor transmutado! ¡Hubiera obtenido las respuestas a todos los misterios de la existencia que como cura, él seguramente anhelaba!
Lo que sigue es un peregrinar común a muchísimas esencias que buscan la Luz del Verdadero Camino que sólo y exclusivamente La Gnosis puede ofrecernos: Deambulé por años, de religión en religión, de secta en secta, de filosofía en filosofía, estudiando y practicando todo lo que se me indicaban hacer con fe y estricto cumplimiento, a veces con gentes más o menos cuerdas, y a veces, con verdaderos idiotas en el sentido objetivo de la palabra, no utilizando esta como insulto sino como descripción ecuánime de una persona. Me encontré con muchos mitómanos, fanáticos, machistas insoportables, y sobre todo, gentes inmensamente crédulas, supremamente fantasiosas y subjetivas. La totalidad de lo que me presentaron estas personas, excepto algunas indicaciones útiles, era insubstancial para mi corazón y falto de lógica para mi mente, hasta que un día, la gracia del Ser quiso ponerme en contacto con la Gnosis. ¡El enamoramiento fue mutuo, espontáneo, y a primera vista! ¡La Gnosis se enamoró de mí, y yo me enamoré de ella! ¡Qué maravilla que la Gnosis estaba en mis manos! Cabrían aquí tantas vivencias ajustadas a lo que estamos describiendo para ejemplificar el hecho de que las religiones del mundo, sectas, filosofías, etc., ya no tienen las verdades primogénitas que la Gnosis nos vuelve a entregar en su develación de hoy...
Lo primero que me dijo mi primer misionero fue: “No tienes que creer nada, para saber tienes que experimentar por ti mismo”. Le estreché la mano lleno de fuerza y le agradecí que me dijera esa esperada verdad. ¡Me ganó el corazón de inmediato! Por fin, comencé mi camino en la Gnosis y empecé pronto a experimentar verdades extraordinariamente trascendentales, imposibles de narrar con descripciones lógicas, y que de todas formas no siento compartir por su intimidad, de forma pública, ya que pienso que tales experiencias no me pertenecen a mí, sino a mi Ser y a mi alma, son vivencias demasiado preciosas y demasiado sagradas para entregarlas al terreno de la especulación de absolutamente nadie. Experiencias mucho más reales que la vida misma, vividas en los mundos paralelos que existen por encima y por debajo de nuestro mundo tridimensional, así como fenómenos internos en el mismísimo mundo físico.
Lo que sí quiero refrendar, con la más severa contundencia, es que conocí la realidad de las Tinieblas y de la Luz, y que ambas cosas son ABSOLUTAMENTE REALES. ¡Doy testimonio fehaciente de que la Gnosis es real y de que su práctica es posible, difícil sí, pero posible! Doy testimonio de la crudísima existencia del ego y de su contrario, el Ser, de los Maestros Espirituales, y de muchas de las realidades de las que tanto hablan los libros del Venerabilísimo Maestro Samael Aun Weor, Quinto Ángel del Apocalipsis.
¡DOY TESTIMONIO DE UNA HERMANDAD MILENARIA! De ser hermano y amigo de un grupo de almas con quienes estamos juntos desde tiempos remotísimos, inmemoriales, desde hace millones de años atrás, fuera del alcance y los cálculos, incluso, de los mejores historiadores del mundo. ¡Crean lo que quieran, a nosotros la amistad, la fraternidad, y la Luz de nuestros adorables Seres, para siempre jamás!
La cruda realidad es que, haciendo un recuento, he experimentado algunos de los aspectos más asombrosos que la Gnosis de nuestro Señor de la Fuerza, Rey de Reyes y Señor de Señores, Venerable Maestro Samael Aun Weor, describe en sus obras llenas de un amor incomprensible para nosotros, los egoístas seres humanos de este mundo perdido en el espacio…
Francamente, no importa cuántos foros, películas, libros, instituciones, programas televisivos, emisoras de radio, cohetes espaciales y tortas de jamón puedan inventar personas que están fuera del círculo de la realidad de la “Gnosis Experimental”, jamás lograrán siquiera inmutar estas experiencias y verdades en nuestros corazones. ¿Cómo, si en una sola de ellas hay más verdad que en la Biblioteca Británica completa con sus miles de volúmenes? El intento retórico y vacío por destruir las experiencias de aquellos que en base a supremos sacrificios y trabajos psicológicos ya estamos nadando dentro de las tónicas de esta Sagrada Enseñanza, no es que sea inútil, es que es ridículamente inútil, tanto como lo sería intentar nadar ascendiendo las cataratas del Niágara estilo mariposa, con puros pataleos y braceos… Al Ser no se le puede tocar, ni insultar, porque no está en la mira del ego ni de la mente. Si alguien piensa insultar a un Ser, está de por sí apuntando su flecha a una diana falsa. ¡Lo único que uno puede experimentar con el Ser es enamoramiento, arrobamientos místicos, éxtasis que derriten el corazón de afecto y amistad divinales, asombro ante un amor que es más grande que toda justificación y razón misma por la cual amar!
Aún con una pistola en la cabeza, si me preguntasen si la Gnosis es verdadera y experimentable, no me quedaría más remedio que gritar a viva voz que sí, porque así es.
¡Pobres gentes, la que se están perdiendo!
¡Pobres gentes, la que se están ganando!
¡Ganan lo que debieran perder, y pierden, desdichadamente, lo que debieran ganar!