Por: Lourdes Mayordomo [Sociedad Gnóstica SAW]


Sin ánimo de hacer sentir mal a nadie y con la esperanza de que también haya un criterio en muchas personas que hemos conocido la gnosis de cómo esta nos ha ayudado, hablamos.


Empezamos señalando estas palabras de una autora reconocida en el mundo del esoterismo como es H.P. Blavastky:


Hay en ocultismo una extraña ley comprobada por millares de años de experiencia que es la siguiente: Tan pronto como uno presta la promesa, o decide convertirse en discípulo "a prueba", experimenta ciertos efectos ocultos, el primero de los cuales es EDUCIR todo cuanto late en la naturaleza del hombre: defectos, costumbres, cualidades y deseos vencidos, ya buenos, ya malos, ya indiferentes. Por ejemplo, si un hombre es vano, sensual o ambicioso, por atavismo o por herencia kármica, cabe afirmar que estos vicios recobrarán pujanza aún cuando hasta entonces haya logrado ocultarlos o reprimirlos. Se manifestarán irremediablemente, y habrá el hombre de batallar cien veces más duramente que antes, hasta que extinga semejantes propensiones. Por el contrario, si es bueno, generoso, casto y moderado, y tiene alguna virtud oculta y latente en él, se exteriorizará tan irremediablemente como lo demás. Así el hombre culto a quien propugne que se le considere santo, y que, por lo tanto, lo oculta, no podrá encubrir su verdadera naturaleza, ya sea vil, ya sea noble. ESTA ES UNA LEY INMUTABLE EN LOS DOMINIOS DE LO OCULTO. Su acción es más marcada cuanto más profundamente ha sentido la realidad y la importancia de su promesa o decisión.

También reconocemos como hoy en día nuestra sociedad inmersa en la globalización económica, política, religiosa, etc, ha ido perdiendo sin darse cuenta todos los valores espirituales que se tuvieron en otras épocas. Y llegamos actualmente, a pesar de nuestras inquietudes espirituales, a tener muchas carencias fundamentales de aspectos básicos que nos permitan sentirnos verdaderamente humanos, en el sentido más trascendental de la palabra.


Es por eso que cuando nos acercamos a una escuela gnóstica o de esoterismo, cuyo fundamento es la regeneración del ser humano, lo primero con lo que nos encontramos en lo particular de cada individuo, como también en lo colectivo del grupo al que pertenecemos son todas nuestras debilidades, defectos y cultura moderna, alejados de los principios básicos espirituales.


Por eso no nos extraña que la primera búsqueda del individuo no sea la expresión más alta de la naturaleza humana: el mensaje divino dentro de la carne. Pero a las cumbres del esoterismo, como a los Himalayas de la geografía no asciende sino un puñado de hombres.


Las gentes no son heroicas, es decir, no son la carne de sacrificio que han sido los hombres sublimes. Y cuando no somos capaces de hacer todos los esfuerzos que se requieren para cambiar nuestra naturaleza, salen de nosotros las facetas más egoicas que llevamos dentro (amor propio, escepticismo, ira, despecho, odio, etc.)


Dice el Evangelio de Tomás: Jesús dijo: “Si sacas lo que hay dentro de ti, lo que saques te salvará. Si no sacas lo que hay dentro de ti, lo que no saques te destruirá”.


Por eso encontramos hoy en día bastantes personas que han conocido la enseñanza gnóstica y por unas causas u otras, se han decepcionado y son las que ahora la atacan. No queremos entrar en disputas, que a nada conducen, ni dignifican la obra del Maestro Samael.


Queremos señalar que el mensaje de la gnosis es siempre renovador, si lo renovamos en nosotros mismos, pero por el contrario si no somos capaces de darnos cuenta de nuestros desequilibrios, miedos, angustias, complejos etc, y los proyectamos en los otros, nos volveremos negativos y todo lo que antes veíamos como luz, ahora solo lo veremos cómo oscuridad.


Hay muchas razones para aquellos que atacan esta doctrina y tantas otras podríamos nosotros decir para defenderla, pero más importantes que movernos entre estas dos naturalezas duales es encontrar el camino del medio que es la esencia misma de nuestra doctrina gnóstica, hacer carne y sangre el mensaje del gran compasivo, el Logos, expresado a través de todos aquellos que antes que nosotros dieron su vida por la verdad, y que esto sea para nosotros nuestra conducta de vida.